Sólo por probar.
Porque ya hemos probado que mandarlo todo a la mierda es una brutal agonía que no acaba nunca. Lenta y dolorosa. Como la muerte que acecha después de un disparo en el vientre.
Yo incluso he probado a tirar los dados: los impares me arrastraban a un quirófano de mediados del siglo pasado y me practicaban una lobotomía sin anestesia. Los pares me devoraban una rodaja del corazón y otra de la polla, porque no te sabría decir en cuál de los dos estás más presente.
Dicen por ahí que de entre todas las cosas que nos empapan las ideas sólo se ignoran dos tipos: las que pensamos que no son importantes y las que desearíamos que no lo fueran.
Así de sencillo. Yo ignoro el tamaño del miembro viril del presidente de la República Democrática del Congo y las galaxias de distancia que nos separan.
Tanto da.
Yo incluso he probado a tirar los dados: los impares me arrastraban a un quirófano de mediados del siglo pasado y me practicaban una lobotomía sin anestesia. Los pares me devoraban una rodaja del corazón y otra de la polla, porque no te sabría decir en cuál de los dos estás más presente.
Dicen por ahí que de entre todas las cosas que nos empapan las ideas sólo se ignoran dos tipos: las que pensamos que no son importantes y las que desearíamos que no lo fueran.
Así de sencillo. Yo ignoro el tamaño del miembro viril del presidente de la República Democrática del Congo y las galaxias de distancia que nos separan.
Tanto da.