domingo, 5 de febrero de 2012

"Con lo que hemos sido", Toma Dos

El café de por la tarde era sagrado, incluso más que desearnos las buenas noches. Un par de tazas humeantes entre los dos significaba que todo estaba en perfectas condiciones, en su sitio, con ese orden tan desordenado e inquebrantable que nos oxigenaba. Cogíamos las cucharas y brindábamos con ellas como si fueran copas de champán, conocedores de la importancia de aquella fascinante ceremonia. Después guardábamos un minuto de silencio por cada trago, para evitar que nuestros paladares montaran en cólera por no mostrar cortesía. Y por último nos guiñábamos un ojo y nos mordíamos el labio inferior para demostrarnos que aquellas tazas de café, que aquella diminuta porción de tiempo, era lo que más merecía la pena de toda la historia de la humanidad.

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