martes, 9 de diciembre de 2008

Sepelio de una intimidad

Españoles… nuestra intimidad… ha muerto. La sociedad involuciona hacia un cúmulo de despropósitos mientras nos devoramos unos a otros. Supongo que es la ley de la jungla, y yo soy muy mono. Y si te roban el móvil o la cartera te cagas en todas las putas madres de los ladrones. Pero si te hurgan en la intimidad… eso ya es subir demasiados peldaños en la escala delictiva. Inmoral para unos, divertido para otros.

Facebook, Fotolog, Qdamos, Tuenti, Badoo, Hi5… Miles, millones de redes sociales que se disfrazan de asesinos cibernéticos y nos seducen digitalmente. Ya no se lleva eso de enviarse las fotos por el messenger, se estila el “las colgaré en el tuenti para que las veáis”. Y no importa lo comprometedora que fuera alguna captura de la noche anterior, porque tu amiguete el cabronazo la subirá a la red si ningún tipo de remordimiento.

Por eso uno ya se lo piensa dos veces antes de soltarse la melena en el garito de turno si hay alguna cámara cerca. Las cogorzas se convierten en desfiles de modelos, con entrada gratuita para los miembros de la red. Compartimos los recuerdos con fotos del siglo pasado, cuando éramos mocosos. Y mostramos, para equilibrar la balanza, alguna bomba que despierte las carcajadas y afile los puñales de los demás.

La generación del tuenti somos paparazzis de nosotros mismos, vampiros funcionales sin inquietudes morales. Posar en las fotografías se ha vuelto una reacción química, un método de defensa. Los promiscuos sudarán tinta china rodeados de los flashes de esos amiguetes perversos. Y nuestra madre se enterará de que fumamos canutos con un poco de maña informática. "Qué disgusto, hijo mío..."

Ya sabéis, españoles… Salgamos desnudos a la calle, porque total, allá afuera nos quieren arrancar los atuendos sólo para conseguir visitas. Etiquetemos nuestra intimidad con 100% algodón y lavado en seco, que no nos lluevan chaparrones.

Pero joder, es que es tan delirante y placentero fastidiar al resto…