lunes, 27 de diciembre de 2010

Disyunción copulativa


Anochece.
Amanece.
Y el cielo está nublado otra vez. Y abro un ojo, y frunzo el ceño, y me incorporo entre letargo y desconcierto. Y apoyo el pie izquierdo en el suelo, y son doscientos grados bajo cero los que me clavan las puntas de sus dedos. Y se enfrían las costuras de la almohada, y se hielan los caprichos de los sueños. Y dibujo la resaca en el espejo, y le ladro como un perro sin bozal, ni collar, ni dueño alguno. Y regresa el café amargo al desayuno, y los cubiertos impares a la mesa, y las servilletas sin carmín a la basura. Y cocina el silencio su plato estrella al mediodía, y se oxidan cerraduras en los bares, y se inmolan las agujas en relojes homicidas. Y se seca la saliva en el fondo de los vasos, y se incendia entre mis labios marihuana y nicotina, y le robo el norte al rumbo de mis pasos. Y se fuga la cordura, y se esconde tras el telón de cada esquina. Y se acomoda, y se gangrena en soledad, en el círculo polar ártico de mi alcoba.
Y anochece
Y amanece.
Y el cielo está nublado otra vez. Y abro un ojo, un día más, sin ser tú lo primero que veo al despertar.

martes, 14 de diciembre de 2010

Sinsentidos


Vista: Las manchas petroleras, las balas que atraviesan fronteras, las ojeras del desvelo en soledad, los moratones de idilios desgraciados, las cifras en las libretas a fin de mes, las cabezas disecadas que constituyen decorados, las lágrimas que brotan en los epílogos, los estrechamientos de manos en residencias oficiales, el color de las vitrinas de un corazón herido, las espaldas que se alejan en las despedidas.

Gusto: Por la acidez de las mentiras, por la amargura de la nostalgia, por la desazón de la esperanza perdida, por los agrios roces de labios del adiós, por las frutas prohibidas del adulterio, por el picante de los recuerdos de dos rombos, por el salitre de las playas adoquinadas, por las mañanas edulcoradas con desamparo, por el deje de las historias caducadas.

Oído: “Tenemos que hablar”, “Puedo conducir prefectamente”, “Firme aquí y ya estará todo solucionado” , “Creo que me estoy enamorando de otro”, “Es lo mejor para el país”, “Te prometo que no lo haré nunca más”, “Follas mejor que nadie”, “Me duele la cabeza”, “Todo va a salir bien”, “Yo os declaro marido y mujer”.

Tacto: El que falta en los despachos, el que sobra en la demagogia, el que acompaña a un empacho de besos, el que se disfraza de eufemismo del magreo, el que se cobran los dedos del afecto, el que permite sobrevivir al flirteo, el que busca la aspereza en las palabras, el que encuentra la prudencia en las palabras, el que precisa el orgullo para bajarse los pantalones.

Olfato: Las flores marchitas del arrepentimiento, la hipocresía respirada en los parlamentos, la transpiración que nace del sacrificio, las sospechas que levantan los cheques en blanco, el resquicio de las puertas del desengaño, la brecha ensangrentada entre los mundos, las tostadas quemadas del desayuno en un dormitorio, los cuellos que causan extrema dependencia, la ausencia de tu ropa en mi ropero.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Preposiciones indecentes

A pelo.
Ante las dudas.
Bajo tu anatomía.
Por ahí no cabe.
Con groserías.
Contra la pared.
De una noche.
Desde el cariño.
Durante el periodo.
En plena embriaguez.
Entre los confines del coche.
Mirando hacia Cuenca.
Hasta el amanecer.
Mediante pastillas azules.
Para enterrar reproches.
Por adulterio.
Según los precios.
Sin florituras.
So…lamente contigo.
Sobre tu anatomía.
Tras las dudas.

martes, 30 de noviembre de 2010

Ira

Pasan los ratos, los desfiles de autocomplacencia en ropa interior, los despojos sintácticos. El termómetro sigue empeñado en no subirse los pantalones, y yo aliento su insistencia escapando marcha atrás con zancadas torpes, frías y sucias como los besos comprados en un burdel. Se arrastran las agujas y las cremalleras con un desatino irritantemente provocador, volando en clase turista con exceso de equipaje en cada uno de sus tenaces segundos. Quizás el refugio no esté bajo este cielo lluvioso y rasurado, sino en algún punto equidistante entre lejos y a tomar por el culo, o en cualquier colchón duro y polvoriento de un hotel perdido entre las calles.
Pero mientras me quedaré aquí, envuelto por las gélidas llamas de neón de Madrid, persiguiendo en vano las escaleras de emergencia de este cínico y destructivo paraíso.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Historias de un funeral

Reunión solemne en torno al féretro de José Luis Desdichas Aciagas, Pepelu “el Pobrecico” para los amigos, quien tuvo el infortunio de perecer a causa de un proyectil 9 milímetros que se acomodó en un rincón de su hueso parietal después de darse un paseo a través de su masa encefálica. Se desconoce al culpable de tal fechoría. Presentes en el acto:

La madre, que piensa:
“Estoy segura de que fue esa maldita guarra la que apretó el gatillo. ¡Y tiene la poca vergüenza de venir aquí a reírse de toda la familia, en nuestra cara! Ya te calé desde el primer día, ya, cuando entraste en mi casa con aquella falda de putita barata. Él ya no puede hacerme caso, y mira que le avisé de tus intenciones. Hasta la Manoli se olía algo malo, que me lo comentaba todas las tardes tomando café en el bar del Antoñito, que también sospechaba porque había oído hablar de ti a su mujer, que es la hermana de la Petra, la criada de la Manoli. ¿Querías robármelo, verdad? ¡Pues te juro por mis muertos…! Uy perdona hijo mío. ¡Pues te juro por lo más sagrado que no te vas a llevar el dinero de la herencia!”

El padre, que medita:
“Joder, ahora que mi nuera se ha quedado viuda no estaría mal desatascarla las tuberías de vez en cuando. Mira que está jamona la condenada.”

La suegra, que reflexiona…:
“Qué bien me van a venir esos milloncejos que va a heredar mi Martita. Y eso que parecía tonta cuando la parí. Mañana mismo vamos al abogado a por la herencia y por la tarde ya tendré ese visón tan coqueto. La de pelusa que le va a entrar a María Estefanía. Claro, como su marido es un pobretón… Y me encantaría ver la cara de Ana Claudia cuando vea las fotos que sacaré de New York y su encanto, ahí, todo tan fashion… Claro, como ella viste con harapos de los grandes almacenes... ¡Seré la envidia del barrio! Aunque ahora que me acuerdo, todavía no he visto el maravilloso papel que nos hará ricos.”

…y que grita a Martita:
-¡Te quiero cariño, mamá está contigo! Por cierto, ¿tienes por ahí la hoja del testamento para echarle un vistazo?

El suegro, que cavila:
“Pepelu, hijo, no te preocupes, que en menos que canta un gallo te hago compañía. Me has dado la mejor idea para dejar de aguantar a tu suegra.”

El sepulturero, que vocea:
-¡Si alguno más d´ustedes quiere enterrar sus muertos, que me lo diga! ¡Paco Pérez Pala, para serviles! ¡Y sólo durante las navidades meto bajo tierra dos fiambres por el precio de uno!

El cura Manuel, que predica:
-Queridos fieles, estamos aquí reunidos para despedirnos de… de ese señor… ese del bigote… el paliducho… bueno, de este pobre diablo, cuya vida fue arrancada de nuestros brazos para acudir a la casa de nuestro Padre el Altísimo…

Martita, la viuda, que discurre:
“Cuando vea mi madre que toda la pasta la ha heredado el puto perro, se tira de los pelos. En fin, voy a arreglarme el escote que dentro de media hora he quedado con el cura para echar un polvo.”

El perro, que se rasca:
“¡Cojones, cómo pica mi nuevo collar de diamantes!”

Pepelu “el Pobrecico”, que se despide:
“Gracias a Dios que he podido ver a España ganar un Mundial antes de suicidarme.”

jueves, 11 de noviembre de 2010

Compás descompasado...

…imagina que estás condenada a fracasar en el mejor de tus proyectos desde antes de su nacimiento. Que la física cuántica se niega en rotundo a brindarte la oportunidad de no rendirte, de desviar la atención de los fantasmas que te rondan. Imagina que se casan por la iglesia opresor tiempo y suerte amarga, y tienen el descaro de invitarte a su convite. Que los planetas decidan esnifarse cualquier atisbo de línea, y se sitúen en polos radicalmente opuestos de la vía láctea.

…imagina por un solo instante quedar atrapada en la boca del lobo, y que le apeste el aliento a desengaño. Que todos los carteles de dirección te guíen hacia un barranco donde no exista río abajo. Que te arrojen al vacío sin paracaídas ni colchones que mitiguen la caída. Que el cargo de supervisor de tu chequeo médico anual lo ostente un tuerto.

…imagina trece gatos negros fornicando sobre espejos que rompiste mientras derramabas sal en tu cumpleaños. Que flautas, oboes y ocarinas pacten en secreto no emitir sonido alguno. Que gnomos, duendes y hadas madrinas convoquen huelgas permanentes. Que ventrículos y aurículas no acompañen el compás que le imponen tus latidos.

Ahora imagina que las drogas blandas causaran tanta dependencia como el roce de tus labios. Imagina torturas chinas, hitlerianas y vietnamitas cada dos décimas de segundo. Imagina una vida en la que el verbo puedo sufre gatillazos en la cama del quiero. Imagina océanos pacíficos de incertidumbres. Imagina volcanes islandeses de inquietudes. Imagina huracanes katrina de cobardías. Imagina atentados suicida contra los cimientos de las palabras. Imagina el caos y la anarquía entre mis sábanas desiertas.

Y ahora…
Y ahora, imagina lo que sería mi mundo sin ti, porque yo no puedo hacerlo...

domingo, 17 de octubre de 2010

Negación

No es lo que esperaba. Lo comprendió tras un último sorbo de lágrimas ahogado en un vaso de tubo. Los dos pequeños cubos de hielo entrechocaron sus cuerpos desnudos y el sonido le excitó. Mira, están follando. Sí, lo veía perfectamente, el cuerpo de ella absolutamente a merced del de él, chocando con violencia como un accidente frontal y perlado de gotas de sudor. Pero aquello no era un accidente, ni mucho menos era únicamente frontal, sino un jodido y desagradable espejismo de lo que en su momento sí era lo que esperaba. Follar todos los días, un plato caliente en la mesa para cuando volviera de la fábrica y tener los calzoncillos limpios al menos tres veces por semana. No. Definitivamente, esa inquietud que le incapacitaba para tomar decisión alguna, escapaba de cualquier boceto de eso que sus amigos llamaban felicidad. No podía ser que aquellos enormes y chispeantes ojos pardos, tímidos hasta la seducción, marcaran cada uno de sus desvelos. Le resultaba imposible discernir, quizás por angustia o por ignorancia, qué tenían sus caderas que le esperaban en todos los malditos rincones de la ciudad. Aquello sólo le empujaba aún más hacia la amargura y el sufrimiento, y no podía consentirlo. Claro que no. Estar enamorado tenía que ser otra cosa.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Óptica reflectante

Una paleta de colores donde escoger tu preferido. Un lienzo abarrotado de tus trazos. El pedazo de la alfombra que calienta nuestros pies descalzos. El frío acumulado en las cruces del calendario. El árido vacío entre tu colchón y el mío.

La intimidad de la viuda de una página en blanco. El envoltorio del dulce despertar a tu lado. El trozo de cielo que perfila tu cintura. La sombra de tus manos en mi escritorio. Los posos del café del mediodía. La manía de perderme entre los bucles de tu pelo.

El brillo al sol de tus pupilas. Las arrugas que dibuja la mañana en nuestras sábanas. El perfume atrapado entre las fibras de tu almohada. El murmullo del roce de tus piernas. Tú, desnuda, a la luz de las velas. Yo, sin ropa, enfrente tuyo.

El mapa que en tu piel dibujan los lunares. La milésima de segundo previa a citarme con tu boca. La huella de tus labios en los vasos. El trayecto de tu cuello hacia el ombligo. La silueta de tu espalda en el espejo. La pausa del tictac de tus latidos.

Todo ello es lo que veo en el reflejo de tus ojos…

Dime… ¿qué ves tú en los míos…?

lunes, 20 de septiembre de 2010

En cueros...

- ¿Ni siquiera eres capaz de mirarme a la cara?

- ¿Para qué? Si ya te conozco.

- Para que al menos parezcas sincero cuando hablas conmigo.

- No es una cuestión de honestidad, sino de comodidad. Y ahora mismo estoy más cómodo con la mirada puesta en la pantalla de mi ordenador.

- No seas bobo.

- Y tú no seas pesada, porque tampoco quiero escucharte más de lo que ya lo he hecho.

- No lo creo… ¿te acuerdas cuando nos colamos en aquella urbanización de niños ricos? Te tiraste desnudo a la piscina y te sacudiste el agua como un perro empapado…

- Lo sé, la tenía como un cacahuete. Es que tenía frío.

- … y después nos tumbamos en el césped, mirando las estrellas. Recuerdo que hiciste una almohada con nuestras camisetas y que me querías tomar el pelo hablando de las constelaciones. ¡Te las inventaste todas! No podía parar de reírme.

- Te prometo que la de las dos tías montándoselo en un jacuzzi existe.

- … Aquella fue la primera vez que te vi sonreír.

- Eso fue porque ya había entrado en calor. Tuviste suerte de que ya me hubiera vuelto a poner los pantalones.

- Después, me miraste a los ojos y me dijiste que nunca te cansarías de escuchar mi voz. Y que no pasaría ni un solo día sin que me desearas las buenas noches.

- ¿Tantas copas había tomado antes?

- Eres tan terco… Te cuesta admitir que tienes sentimientos. Lo noté más tarde, de vuelta a casa. Dejaste la ternura en aquel trozo de césped. Durante un ratito, te despojaste de ese carácter agrio y punzante y te convertiste en un ser humano. Hasta que…

- Hasta que se me pasó la cogorza.

- …hasta que te dije que me estaba enamorando de ti.

- Qué raro. Juraría que dijiste exactamente lo contrario.

- No, no dije lo contrario. Dije que me estaba enamorando de ti, pero que no quería. Porque podríamos hacernos daño.

- ¿Crees que soy tan violento en la cama?

- Creo que tienes esa capacidad innata para dejar huella. Y sabes que es tan endiabladamente difícil de borrar que juegas con esa ventaja. Eres áspero e irritante, pero enganchas…

- … ¿No tienes nada mejor que hacer ahora mismo que estar ahí de pie, intentando en vano que te preste atención?

- Sabes… me da igual que tengas ese instinto de supervivencia. O esa manía de huir de los cambios y afrontar que quizás el problema seas tú. Porque siempre podremos ser amigos.

- … Eso es, precisamente, lo último que quiero que seamos.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La dirección correcta...

Las razones, en ocasiones, pueden volar en distintas direcciones con sólo observar la realidad…

…desde dentro.

“Qué elegante estás con tus luces. Qué porte y qué hombría. Tú, vosotros, ahí, tan cerca de esa mala bestia, cruel, cornuda y despiadada. Qué valentía. Qué señorial y qué arte. Vamos, haz que tu enemigo caiga de bruces contra el suelo. Vamos, yergue ese capote tan bien planchado para la ocasión. Ha llegado el momento de ensuciarlo y teñirlo de rojo bermellón. Llama a tu caballero defensor, que te ayude con su lanza medieval y su corcel domesticado. Vamos, baila al son del compás de los aplausos. Venga, un matador debe cumplir con su cometido. Que se unan los que portan los puñales con banderas. Que le den un poco de color y olor a carne desgarrada al festejo. Déjate llevar y que te salpique el fulgor de la batalla. Acalla esas voces tan molestas que no digieren tu admirable profesión. Ríete de tu enemigo. Humíllale delante de toda esta gente. Desángrale. Véncele. Mutílale. Es tu momento, agarra la muleta y no cojees. No titubees. No tiembles. No seas cobarde, sé un hombre. Vamos, aférrate a ese estoque y atraviesa sus ventrículos y aurículas. Destrózale el corazón. Qué cojones haces, sigue agonizando, sigue retándote, ¿no lo ves en sus ojos encendidos e inyectados en sangre? No permitas que te provoque. Taládrale la nuca con tu hermosa puntilla. Perfórale. Eso es, eso es lo que quería ver, esa lengua inerte caída sobre la arena. Se me pone la carne de gallina con la pañolada que te dedican. Estalla la ovación de tus forofos. Llueven los piropos mientras exhibes tus trofeos cercenados. Te has ganado mi respeto. Tu coraje es… absolutamente… fascinante.”

…desde fuera.

“Qué jodidamente ridículo estás con eso puesto. Qué insignificante pareces a la vera del que llamas tu adversario. Venga, si tanto quieres sacar pecho, desnúdate y lucha al descubierto. De tú a tú contra el monstruo. Sin armas, sin ayudas arbitrales, carente de parafernalia que te dispare el ego. Muéstrate tal como eres. Ahí postrado, tienes el poder de un semidiós mercenario. Pero… ¿estás ciego? No eres nadie. No eres un gladiador romano. No eres ningún héroe con poderes especiales. Ahí, delante de todos esos sádicos ignorantes. Esos, que comparan tus verónicas con los cuadros de Velázquez. Esos, que se ríen entre polvo y berridos. Tantos circuitos neuronales, tanto ser humano, y sin embargo, reúnen entre todos el mismo juicio que lo que al animal le sale del culo. Ahí le tienes, monta tu particular espectáculo. Llama a tus compañeros de reparto para amenizar la función. Ya está toda la cuadrilla en el campo, juguemos el partido. Vaya, pero parece que vas perdiendo la batalla. ¿Qué tal la experiencia de volar por los aires? ¿Cómo fueron esos segunditos convertido en un pelele? Mantente recio, valiente. Estás saliendo por la tele y decepcionas a tus fieles. No des la voz de alarma, no dejes que te abracen y te escolten. Aguanta. Sufre. Desángrate. Jódete con orgullo, como tu enemigo. ¿No querías demostrar que tus artísticas dotes son supremas? Cojea. Vomita. Ahógate en tus propios fluidos. Das vergüenza ajena. Eres el paradigma de una doctrina abyecta y podrida. Me das lástima. Recréate en tu propia sangre porque es lo que mereces. Porque tú mismo lo has buscado. Por eso, prefiero ser un “progre”, un “pacifista” y un “vegetariano”, y demás bufonadas con las que te defiendes. Y tus víctimas, ten por seguro que preferirían no vivir a tener que morir en tus manos.”

…pero, simplemente, con reflejar sin un ápice de hipocresía esta puta paradoja, la dirección correcta es más lógica de lo que parece…

viernes, 16 de abril de 2010

Terapia de seducción

Quizás fuera que las cartas del tarot
se guardaban corazones en la manga.
Quizás fuera mi disfraz de seductor
con pase vip bajo su falda.
El caso es que, tras un trago,
me acerqué con el latido desbocado.
“Qué extraño es todo esto, preciosa,
tú tan sola, y yo tan poco acompañado”, la susurré al oído.
Y, sin más conejos en la chistera,
esperé las calificaciones
de vulgar aprendiz de mago.
El caso es que, si no me hubiera sonreído,
yo, quizás, no hubiera cogido el testigo
de seguir sus pisadas por la acera.
“Vamos deja que te lleve, querido”,
dijo montándome en su Harley.
“Cómo resistirme, muñeca”, si acabamos
probando los muelles de la cama
en un motel de carretera.

Tres ratos y un cigarro del después, nos enroscamos
desnudos entre las sábanas.
Y en las cábalas del amanecer, me desperté
con su pintalabios en la almohada.
El caso es que, si en la toalla de lavabo
no hubiera apuntado su teléfono,
volvería a la cicuta de los bares,
y si la he visto, no me acuerdo.
Aquella noche, volvió con falda,
Melena al aire y aires de musa.
Volví a caer por capricho de domar
el salvaje escote de su blusa.
Entramos como un huracán
en un mesón, comiéndonos a besos,
cuando el maître del local
vio el percal y arregló mesa para dos.
Tres botellas de champán francés
despertaron de nuevo los gemidos
en nuestro nido del amor.

El caso es que, con ganas de abrazarla,
abandoné el furor de enamorarme,
sabiendo que con las medias naranjas
se hacen zumos en los bares:
la dejé en los brazos de Morfeo,
cogí la ropa y emprendí el vuelo.
“Doctor, me estaba atrapando en sus redes
comprenda mi automedicación”.
“Comprendo caballero. Continúe cada noche
con su terapia de seducción”.


Para los ligues que no ven la luz del Sol...

sábado, 10 de abril de 2010

Jueves de risa en PePe Pizza

"Abrimos franquicia a la vuelta de la esquina. Ofertamos pizzas a su gusto y a medida, para los hombres hambrientos y las mujeres comilonas. Ya adelantamos que el menú es atractivo y suculento, déjense llevar por la tentación de nuestros sanos alimentos ricos en hipocresía y corrupción.

Distinguirán nuestros locales por su radiante color azulado. Una hermosa gaviota de neón iluminará nuestros tejados. Seguro que ya habrán visto los carteles que decoran las farolas de las calles: ‘No vendemos las pieles de los osos antes de cazarlos’. Es el lema que abandera la política de empresa. 'PePe Pizza' ha aterrizado en el mercado, abandonen esa dieta izquierdista tan inútil y opresora, apriétense el corsé señoritas de alta cuna, llegó la hora de poner fin al monopolio de los banquetes de comuna.

Para abrir boca, apunten deprisa. Jueves de risa en 'PePe Pizza', toda nuestra carta a mitad de precio. Recomendamos pizzas con masa clásica, distinguidas bases rojigualdas rellenas de jugosa salsa eclesiástica. Bocatto di Cardinale para los paladares más exigentes.

Los primeros ingredientes, mejor picantes. Una fina capa de petróleo del cantábrico aderezada con encubrimiento informativo. Los clientes gallegos agradecerán que nos acordemos de sus platos tradicionales. Por encima, unos champiñones de las Azores al vapor de metralla imperialista. Son nuestras propias armas de degustación masiva.

Prometemos una auténtica explosión de sabores con los siguientes condimentos. Salpimentamos nuestras pizzas y las cubrimos con néctar de prevaricación y cohecho. Agregamos adobo y picadillo desde el lecho de la audiencia nacional, delicias cárnicas directamente obtenidas de jueces que pasan por el yugo popular. Y si echan en falta algún producto vegetal, no desprecien la textura de nuestras famosas ensaladas de billetes lechuguinos: tendrán la sensación de que les roba el corazón y la cartera.

La bebida corre a cargo de la compañía. Pídala en el mostrador y abriremos la bodega para mostrarles formidables vinos de mesa. Recomendamos el tinto especial de la casa: cosecha de marzo de 2004, puro y sanguíneo de color, en boca amargo y de lágrima viva.

No se dejen engañar por la publicidad gratuita de los competidores. No fabricamos para otras marcas, somos únicos e irrepetibles. Seguiremos muy de cerca sus necesidades, no se molesten en pedirlo. Ahí estaremos para satisfacer su apetito de cara al público mientras entre bambalinas nos llenamos los bolsillos."

NOTA: Los pagos de sus pedidos se efectuarán por adelantado y en metálico. Envíen su dinero a la calle Génova número 13, apartado de correos 28004, Madrid.

Un día más...

Hoy, que la crisis de los bancos se atreve a disfrazarse de social. Hoy, que las colas del inem dan vueltas a manzanas. Hoy, que el ladrillo se fabrica con arcilla y avaricia. Hoy, que las canas se plantean como millonaria jubilación anticipada… aún eres la fortuna más valiosa.

Hoy, que los movimientos sísmicos bailan al son de los políticos. Hoy, que las lluvias torrenciales ahogan los llantos de socorro. Hoy, que zapateros y opositores se inmolan en parlamentos. Hoy, que ancianos con sotanas meten mano a feligreses… sigues siendo mi noticia de portada.

Hoy, que los niños crecen imitando a cristianos ronaldos. Hoy, que los condones se fabrican para la etapa puberal. Hoy, que las niñas se depilan a la brasileña a los catorce. Hoy, que el sexo virtual forma parte del texto constitucional… aún eres la muñeca más codiciada.

Y déjame que te diga que hoy, las balas del ejército son de frambuesa. Las armas de destrucción masiva están rellenas de nata. Los arsenales nucleares almacenan jamón y vino tinto. Y los torpedos submarinos hacen cosquillas a las balsas… porque tus labios guardan toda la pólvora fabricada.

Y déjame que te cuente que hoy, en los cumpleaños se fuma hasta el chocolate de las tartas… pero tú eres la droga que más engancha.
Y los mapas mochileros osan buscar las rutas más escondidas… pero tú eres mi rincón preferido del planeta.
Y son yasmines las que montan aladdines en sus alfombras voladoras… pero tú eres la princesa de mis cuentos.

jueves, 8 de abril de 2010

La triste realidad...

Yo… me avergüenzo de teneros en mi árbol genealógico. En mis tripas se forman nudos marineros cada vez que os hago compañía. Pagaría el producto interior bruto de un país civilizado para no volver a respirar a vuestra vera.
La felicidad es tan efímera que se mea en la barrera del sonido. Sin embargo, cada vez que la cazo, me la follo por todos sus malditos agujeros. Y si la dejo embarazada, que dé a luz. Pagaré la manutención con la elegancia que tanto os falta.

Tú…, sin embargo, calibras las dosis de felicidad como un vaivén meteorológico. Cuentas anticiclones con los dedos de una mano, y sumas tantos vendavales que podrías llenar enciclopedias. Y no es triste, es inhumano.
Administras tus vacunas con jeringas de cicuta. Pero tienes las arterias tan repletas de veneno, que tu cuerpo desarrolla enfermedades autoinmunes. Y no palpita el corazón, más bien se arrastra por el suelo.

Él… suda complejo de inferioridad por todos los poros de su cuerpo. Muerto está el tictac de su reloj vital. Quedó tan atrás su generosidad que habría que buscarla en la placenta. Tiene tantas ganas de enfermar que la obsesión complacerá sus súplicas.
No valora lo único que tiene, y cuando prueba, mete pata, tronco y cráneo hasta el fondo. Confía en hacerlo tan maravillosamente bien, que la triste realidad se parte el culo.

Nosotros… tenemos en común un apellido y un destino: de aquí a cien años, todos bajo tierra.

Vosotros… tenéis en común dos apellidos y cinco mil trastornos. Sois el mejor ejemplo de lo que no hay que imitar. Pero sé que lloráis por dentro, tanto, que un día necesitaréis flotadores. Amáis tanto vuestro ego que no os queda nada para repartir. Os merecéis tanto, y tan duro, que a veces me hace daño sólo pensarlo. Y el rebufo de la felicidad ya os ha dejado en la cuneta. Justicia poética, volved a buscarla.

Ellas… solo esperan un perdón y un “te quiero”.

Felices divorcios.

viernes, 15 de enero de 2010

Cuando ella lo desee...

Ella tiene la manía de buscar la perfección para alcanzar la felicidad. Pero ignora que la felicidad perfecta sólo existe cuando ella lo desea.
Ella es punto. Y coma, y tílde. Y puntos suspensivos…
Ella se encuentra al final de cualquier cosa. Incluso al final de esta frase. Y de ésta.
A ella le vuelven loca los paseos; no hace más que rondar por mi cabeza.
Ella no ama a cobro revertido; se gasta todo su saldo para querer con más ganas.
No besa; teletransporta.
No camina; mueve el mundo con sus pies.
No mira; desnuda con sus pupilas.
Sacrificaría todas sus lágrimas en mis ojos para que ella jamás llorara.
Ella es capaz de desafiar todas las leyes electromagnéticas. Nada tiene una capacidad de atracción tan fuerte como sus labios.
Puede controlar el tiempo a su antojo; cada vez que estoy con ella, el planeta entero se detiene.
Y mi adrenalina, se dispara.
Y mis latidos, se desbocan.
Ella es la causante del cambio climático; sus besos son tan ardientes que hierven las venas.
Aunque su olfato no sea el mejor de todos, ella sabe que tiene un olor tan dulce y suave que no necesita perfume; le viene de serie.
Tiene la piel clara y delicada, tierna y sedosa; la mejor envoltura que existe para un regalo.
Ella es capaz de resolver cualquier problema con sus palabras; lo único que me mantiene vivo y cálido es poder escucharla.
Su voz es tan peligrosa que tiene la capacidad de hipnotizar todo cuanto le rodea.
Ella es humilde; ni siquiera me pidió dedicarle estas letras. Para eso estoy yo.
Ahora, y cuando ella lo desee, su sonrisa iluminará el universo.

miércoles, 13 de enero de 2010

Arena

Se despertó con los ojos pegajosos y enrojecidos. No vio nada excepto oscuridad.
(“Jess, enciende la luz. Ya sabes que la lámpara está en tu mesita de noche. Vamos, tenemos que recorrernos todos los bancos de Nueva York hoy mismo. Joder, tengo la sensación de que he dormido diez minutos de mierda.”) Levantó la cabeza y se golpeó con violencia en la frente. La convulsión hizo que deslizara la mano derecha sobre lo que, hasta ese terrible momento, creía que era el colchón que había comprado en Macy´s tres meses atrás. A Jess le parecía amplio y cómodo, justo lo que necesitaba para dormir a una buena distancia de su marido. Y a él lo único que le importa últimamente era poder sacudirse la frustración que llevaba encima con buenas dosis de sexo. Gritó de dolor cuando una poderosa astilla le atravesó la palma de la mano con la misma facilidad que emplea un cuchillo para hundirse en la mantequilla.

Y entonces lo comprendió todo.

(¡Aquella mujer lo había hecho, al fin!) Su rostro relampagueó en su cerebro como una fusta helada. Y la vio reír y llorar al mismo tiempo, vestida con el traje de novia heredado de su madre y un ramo de rosas blancas en la mano. Aquella mujer era el prototipo perfecto de belleza y vulgaridad, una esposa sometida al yugo dominante que un pez gordo de Wall Street podía permitirse con su cartera. Ella paró de reír y llorar y carraspeó. Después se quitó el vestido de novia y dejó desnudos sus pechos, con aquella nube de lunares tan graciosa que tenía cerca del pezón izquierdo. Él se acordó de la primera vez que los besó, en la cama de su piso en La Quinta Avenida, que después se convertiría en la cama de ambos.
(¡Aquella mujer lo había hecho! ¡Jess lo había enterrado vivo!)
Ella sabía, desde sus primeras citas, que la muerte más aterradora para ese viejo banquero de Wall Street era ser sepultado bajo toneladas de arena, en un cubículo suficientemente espacioso como para otorgarle unas pocas y espantosas horas de oxígeno. Aquella mujer se había despojado de sus grilletes y había gritado al planeta que ella sí existía. Ahora la veía vociferar con la boca bañada en sangre, salpicando de pequeños coágulos las impolutas rosas blancas. Y vio que la nube de lunares cicatrizaba en un humeante círculo impecable.
Recordó el primer golpe que la propinó. Entró en casa de madrugada dando tumbos después de toda una noche en el bar de Clyde. (¡El cabrón de Clyde! ¡No le había dejado pagar ni una sola ronda, él fue el causante de aquella borrachera!) Se echó al lado de Jess y se encendió un habano. Después comenzó a masajearla los muslos y los glúteos bruscamente mientras gemía y aspiraba el humo de aquel delicioso veguero. Jess se despertó y se apartó de él asustada. Pero esa noche él no estaba dispuesto a perder la oportunidad de desfogarse entre las piernas de su mujer. Jess pataleó y se resistió hasta que la mano de su marido aterrizó súbitamente en su boca. La violencia del impacto le hizo saltar las lágrimas al momento, pero no tuvo fuerzas (ni coraje) para seguir luchando. Cuando él acabó, Jess le escupió en la cara. Él aplastó el habano en su pecho izquierdo, justo encima de aquellos lunares que una noche, en aquella cama, se había prometido besar todos los días de su vida.
Perdió una inversión de once millones de dólares a la semana siguiente, y su estratosférica carrera se apagó tan deprisa como había empezado. Tom Galliger (Tommy Gulliver para Jess, que le comparaba con un gigante en tierra de enanos rebeldes) no supo ver desde cuándo ni por qué, pero el bar de Clyde se había convertido en su válvula de escape. Cuando su instinto de codicia le quiso reactivar, ya era demasiado tarde.
Y su mujer, aquella mujer que por fin le había enterrado vivo, seguía gritándole en aquel ataúd que ya había descargado suficientes puñetazos sobre su cara. Y entonces, el viejo pez gordo de Wall Street se echó a llorar desconsoladamente, y se dio cuenta de que la estaba profundamente agradecido.