Por si duermes.
Y estás preciosa.
Ronroneando, en la almohada de un tipo afortunado, o de un idiota.
Por si los dedos de tus pies están descalzos. Y los frotas, y recuerdas que hubo un tiempo en que esos dedos se frotaban con los dedos de otro idiota.
Por si sueñas. Por si se cumple la mitad de la mitad de lo que sueñas.
Por si te estremeces, y al abrigo de otros brazos. Por si alimentan tus bocados, y la bulimia de otros labios.
Que hubo un tiempo, que lo hubo. Y respiraba, como quien respira en un campo de violetas y azucenas, y tenía alergia a las distancias que distanciaban tus lunares.
Y se mecía, en la espuma de las olas, y sus mares, no entendían de mareas. Y caminaba. Y por la arena, levantando con sus pasos oro y plata, y la brisa le lamía por su piel de porcelana. Y le hacían reverencias monarquías, continentes, bancos, selvas y praderas.
Eso que ahora es, un páramo.
Pero estás preciosa.
Porque hubo un tiempo.
Pero ahora.
Por si despiertas.
Por si olvidas.
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