miércoles, 11 de marzo de 2015

Vinagre en almíbar


No sé dibujar huellas dactilares. Tampoco hoyuelos.
Pero sé el efecto que provocan cuando están y cuando faltan.
Y eso es algo que no enseñan las escuelas, ni los libros, ni los poetas.

Lo sé porque los respiro como una tragicomedia:
Están.
Fundido a negro.
Faltan.

La historia de nunca acabar.

Está escrita en la carne desnuda, esa carne. La que está en peligro de extinción.
¿Cuántas veces me he desnudado hoy?
¿Cuántas veces me he dejado las manos por abrigar otras manos?

El guión no miente.
Recuerda tener fuerzas para saber echar de menos a alguien.
Recuerda tener fuerzas para saber echar de menos.
Recuerda tener fuerzas para saber.
Recuerda tener fuerzas.
Recuerda.

Pero vivir sólo de recuerdos es matar la historia.

jueves, 5 de marzo de 2015

Shakespeare también fumaba opio


Me despojo de las sombras para ser enteramente tuyo, amor mío, sin secretos ni cadenas que me aten lejos de donde pisas.

Desnudo el corazón en cada latido que alimentas, este esclavo que se postra ante tus huellas y se rinde ante tus ojos. En mi pecho no hay vacíos, cuando eres tú quien lo completa.

Mas soy indigno de esos labios que tan cerca estuvieron de perderse en un mar de recuerdos. Soy ese ingenuo aprendiz de caballero, que resultó un penoso plagio de galán.

No me guardes rencor, querida mía, por no haber sabido distinguir tu aura entre la multitud y lo ordinario. No me odies por ser terco y ciego, ni por renunciar al calor de tus abrazos. Pues son ahora ellos los protectores de mi fe, la energía de mi aliento, mi fortaleza.

Y ese fango que me hunde hasta las rodillas en otros tiempos de desdicha se diluye en tus caricias, bella dama.

Y esos tiempos tuvieron a bien desatomizarse y sembrar de polvo de diamante el óxido entre las ruinas.

Y esas ruinas fingieron ser secuoyas y jugar a ser tan altas como la luna, ay, ay, como la luna, y enterrar sus raíces en tus enaguas para florecer donde pudieras regarlas cada día.

Y ahora simplemente soy, vida mía, un hombre adelantado a su época.

domingo, 1 de marzo de 2015

Post-it de Hugo en la nevera


lunes, 16 de febrero de 2015

"Con lo que hemos sido", Toma Seis

Te pregunté si el cielo era capaz de guardar todas las promesas que nos hacemos aquí abajo para después proyectarlas en cinemascope cuando estuvieran a punto de partirse en mil pedazos.

Ves eso, me dijo. Es una sombra de lo que eres empapado de lluvia regalándome todo tú. Y aquello de allí, mira. El reino que construimos cuando éramos jóvenes y soñábamos con besarnos las canas. Y lo de más allá. Ah no, eso es sólo una nube.

No quería que abrieras tantas de mis puertas destrozando los pomos como si fueran de cartón piedra, pero lo hiciste. Sin proponértelo, quizás, puede, tal vez, quién sabe, pero sin ruido. El secreto del éxito es ser secreto.

No mires hacia arriba colibrí. Aquí abajo está todo lo que necesitas. En este charco. No ahí, no en ese cementerio.

Contigo aprendí a volar sin despegarme del suelo.

miércoles, 4 de febrero de 2015

*No eres mi enfermedad


Un día cualquiera, perdido en cualquier calendario, llegará ese chispazo de ingenio que acabará contigo.

Un día cualquiera, puede que tras un delicioso desayuno mediterráneo, o escuchando a Buddy Holly en la radio, o a las cinco de la madrugada como fruto de un desvelo.

A la luz de un microscopio, en una almohada, acariciando a un gato en una recóndita calle de Bombay o de La Habana, qué más da. Llegará esa idea con incontables años de trabajo cargados a su espalda, con océanos de sudor derramados en su búsqueda.

Y será un día cualquiera, y una persona cualquiera, en un lugar cualquiera. Y será un genio, o un becario, o un tipo que barría el laboratorio y sin quererlo, pobre diablo, tropezará contra una mesa y mezclará el líquido de dos probetas que sacarán al conejo escondido de la chistera

Porque da igual el cuándo, el dónde y el cómo. Porque llegará.
Hasta entonces, espera. Y vive con miedo a todos esos que luchan para combatirte.
Porque nadie se rendirá ante ti.

*Día Mundial contra el cáncer

domingo, 18 de enero de 2015

Mientras tanto en West Point


Callo más de lo que digo porque la mayor parte del tiempo estoy estrujándome los labios para no pensarte. 

Y esta carne se deshace en abono fertilizando el páramo donde alzó el vuelo la más hermosa de las golondrinas, y vuelve cada invierno el ave fénix.

El último rincón del fin del mundo.

Un cajón de arena donde jugar.

A ser oasis.

martes, 13 de enero de 2015

Nunca digo nunca

Te dirán que el mundo es caprichoso como un niño
pero menos inocente.
Que la esperanza no se esconde en el fondo de los vasos.
Que los fracasos son siempre el preámbulo de una victoria.
Que las cicatrices sólo duelen con el frío
y la humedad de las lágrimas.

Te dirán que cualquier guerra es más injusta
que la más injusta de las paces.
Que los sueños no se fabrican en colchones alquilados.
Que aprender a olvidar es el mayor de los duelos.
Que los posos de tus labios no adivinan el futuro
pero sí el pasado.

Y te dirán que el tiempo juega a herir las miradas
pero es capaz de sanar almas.
Que la felicidad es una droga de diseño exclusivo
Que las hogueras pueden arder en vanidades.
O incluso que los corazones pueden abrasarse
de tanto amar a quemarropa.

Pero la verdad nunca es del todo cierta.
Porque yo he visto amanecer en tus ojos
y anochecer en tu espalda.

Te he visto robarle la razón al tiempo
y cómo formabas océanos de arena
con los relojes que se atrevían a marcarte el paso.

He visto tus manos derrotar las heridas
y flaquear al peor de los miedos
con un mínimo roce de tus dedos.

Que no me digan lo que es soñar
si no han dormido en tu regazo.

He visto al orgasmo temblar en tu boca
después de vibrar en tus cuerdas vocales.
Y tu cuerpo estremecerse de felicidad
como un perfecto acorde eléctrico.

Que nadie me hable de cuál es el buen camino
si me quiero perder en tus lunares.

He visto que una casa sólo es el disfraz de una hipoteca
y que el hogar 
es un refugio en tus fronteras.

Y he visto tu sonrisa. Y créeme
no existe nada en este puto mundo
tan cálido.

miércoles, 7 de enero de 2015

A él pongo por testigo


Qué coraje el del intrépido guerrero, con un arma bajo el brazo. Qué osadía la del bravo defensor de una doctrina, empuñando sus motivos. Qué magnífica lealtad la del devoto, si son balas las que acercan el nirvana.

Qué delirio de grandeza tan rotundo es el destino del creyente: nunca falla. Si algo sale bien, dios así lo ha querido. Si algo sale mal, no hay ningún problema, dios obrará en consecuencia para revertir la situación.

Qué admirable compromiso el del fanático, cuando otros bailan a su lado. Qué atrevido el paladín de un evangelio, si un santo es el que aprueba su trabajo. En el currículum vitae de todo beato que se precie, que por favor no falte su máster en sectarismo y buena fe. Porque la intención siempre es buena, decía un brillante eslogan publicitario.

Qué buena vida el acogerse a lo sagrado. Qué buen vivir el predicar. Qué astucia la del listo cuando habla, si previamente amordazó al tonto.

Qué valiente es el valiente hijo de puta que se esconde en las banderas y los credos.

Y qué cobardes los demás.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Fin de daño

Apenas un segundo después de medianoche, prometo no volver a prometer.
Por si al tiempo le da por sobornarme, y vender mi apetito al mejor postor.
Que las palabras son siempre las primeras cicatrices.
Y el mañana juega con la ventaja de saber de qué pie cojea el ayer.

Hacerlo o no hacerlo.
Pero nunca intentarlo.

Como sonreír.
O quererte hasta consumirme.  

jueves, 25 de diciembre de 2014

Excesos


Tanto brillo en las pupilas
tan de noche sin tu voz.

Tanto fuego en las mejillas
tan invierno ejecutor.

Tanta gula de esos labios
tan hambriento el corazón.

Tanto olvido que no olvida
Tan pasado delator.

Tan vinagre en las heridas
tan remedio sanador.

Tan sabor a despedida
Tanto dedo acusador.

Tan disfraces de despojos
tan abrigos de visón.

Tanta arruga en la mirada
tan novato en tu colchón.

Tan ateos a la fuga
Tan fugaces y devotos.

Tanto de tú, tanto de yo
y tan poco de nosotros.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Te iloveyou my darling


Cuando la vecina de al lado se ponía música, hasta las paredes vibraban. Siempre eran los Stones, y siempre empezaba con Satisfaction. Gritaba. Aullaba. Se dejaba los pulmones cada mañana. Casi tanto como cuando follaba. Eso ocurría todas las noches. Y a juzgar por los gemidos que se aventuraban sin éxito a ensombrecer los suyos, cada noche era una compañía distinta. Hombre, mujer. Hombres, mujeres. Alientos graves y agudos, jóvenes, maduros. Pero todos escandalosamente tímidos y educados en comparación con los de ella.

Cada día llevaba el pelo de un color diferente. No se depilaba las axilas. Tampoco se maquillaba. Bajaba en bragas a tirar la basura. Si alguien se cruzaba con ella en las escaleras, sonreía y achinaba los ojos a modo de saludo. Tenía una boca perfecta.

Se llamaba Sunny. Nació en Boston. Vino a estudiar literatura española hace casi cinco años. No volvió.

Y a César, que desde que llevaba camisetas del Pato Donald le chiflaban los enigmas, Sunny le pareció uno de los misterios más fascinantes que se había encontrado. En cuatro meses que llevaban compartiendo la tercera planta de aquel viejo edificio en Chamberí jamás había hablado con ella más de dos minutos. Hola, bienvenida, vivo a tu izquierda, soy periodista, me llamo tal, y tú. Anda Sunny, como la canción. Primera sonrisa. Bueno, encantado, para lo que quieras.

Una noche más la orquesta sinfónica de Boston hizo las delicias del público. Era jueves. Se había teñido de naranja, la había visto a mediodía cuando volvía de hacer la compra. Ya en casa, una botella de vino blanco recién adquirida en la bodega de la esquina le dijo a César que no fuera egoísta, que quería ser compartida. Que mañana mismo, que no iba a esperar más.

A las ocho de la tarde del viernes el timbre del tercero derecha rompió el silencio. La puerta se abrió, dejando que un intenso olor a canela se adueñara del pasillo.

-¡Hola! César, ¿no? -preguntó con un brazo apoyado en el marco.
-Sí. Hola. ¿Y tú Sunny verdad? -se escuchó decir él-. No pudo evitar rascarse la cabeza, de alguna manera instintivamente, haciéndose el tonto.
-Eso es. Como la canción -Y allí que aparecieron la sonrisa y los ojos achinados-.
-He pensado que tal vez te apetezca compartir esta botella. Es costumbre entre los vecinos del edificio.
-¿Yo te gusto, César? -soltó de pronto-.
Y cuando alguien que dedica su vida a las letras no sabe qué decir, la idea de que se ha convertido en un inútil integral sobrevuela sus pensamientos durante un momento. Breve, pero intenso. Como un latigazo.
Sunny se desabrochó la bata a rayas arcoíris que llevaba puesta. Debajo únicamente llevaba un conjunto de ropa interior a juego con su pintalabios, que resplandecía con chispazos azules como fuegos artificiales.
-Te lo voy a poner fácil -añadió-. Cogió con suavidad la mano desocupada de César y la posó con delicadeza en su pecho izquierdo. El tacto esponjoso le puso el vello de punta. -¿Sabes lo que late aquí dentro?
No hubo respuesta. César notó que empezaba a sudar.
-Un tumor. Del tamaño de una ciruela. Inoperable.
Las palabras salieron de su boca como una ventisca helada. César sólo notó sus latidos, lentos e irregulares, un redoble de tambores de guerra.
-En cualquier momento mi corazón se parará. Quiero que ese momento llegue mientras hago lo que me da la gana. No me va a coger arrodillada en un rincón. Y ahora, ¿quieres pasar? Ese vino tiene una pinta estupenda.
Ante aquellos ojos achinados que le sometían como un tótem, César vaciló durante un instante.
Un instante muy pequeño.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Aquest any sí


Escribo estas líneas mientras me aproximo a la muerte. Me está mirando a los ojos. Me suplica que me rinda, que acabe con esta agonía. Que ya vale de tanto sufrimiento, de tanto castigo, que ningún ser humano le ha echado tantos huevos a la vida. Que soy un héroe curtido en mil heridas, y merezco un descanso en condiciones.

Que soy un mártir, me ensalza. Que llevo siglos perseguido por fantasmas, por fanáticos herejes que desprecian mis valores. Que mis excrementos no huelen como los demás, y llevo eones sumergido hasta las cejas en la mierda de los otros.

Que el mundo está podrido, me anuncia. Que conspira desde el centro para destruir mis raíces, dinamitar los pilares de mi estirpe. Que estamos hechos de otra tela, confeccionados por patrones diferentes. Y que el distinto es un diabólico tirano rojigualda.

Que he dado tanto de lo mío y recibido tan poco, que soy tonto, va y me cuenta. Que los vecinos me contemplan con envidia, con desprecio. Pero soy y estoy tan bueno, tan azotado por injusta intolerancia, que mi destino es ser libre despojado de caciques y cadenas.

Que lo que dije y digo está mal dicho, que está prohibido. Que mi idioma debe ser condenado al ostracismo. Que mi cultura es la ballesta de mi causa, y que mi causa se diluye en las fronteras. Que nadie en la historia ha soportado tanto como yo, me dice, y ya es decir conociendo la de años y civilizaciones que han pasado.

Que soy un moribundo catalán incomprendido, me suelta. Un paria. Una víctima del sistema.
Que razones me sobran para irme con ella.
Pues vaya, ahora que ya las sé todas tendré que hacerle caso.
Y mañana poner fin a este calvario.

domingo, 12 de octubre de 2014

Defectos de fábrica


Tengo la manía de perder el sentido
si no me oriento en tus caderas.
En esa curva pronunciada hacia tu espalda
donde no hay señales que sugieran
aminorar la marcha de mis dedos.

En ese punto donde el norte pierde la fe y la cordura
y del sur brotan dos piernas
esculpidas en algún rincón del paraíso.
Que al infierno ya se van nuestros pecados
cuando me faltas.

Tengo vértigo a volar sin tu plumaje,
a los rascacielos que acarician tus tobillos,
y a las cimas
que no coronan tus pezones.

Que ser valiente no es una virtud si no es contigo.
En este páramo de corazonadas,
tu sístole es la diástole que me alimenta,
y tu lengua
un vendaval de adrenalina.

Me acojona ir a la guerra sin tus armas.
Que cualquier cama sea trinchera.
Que la paz sea un desierto
sin tu oasis.

Como si no pudiéramos desatar tormentas
con nuestras balas.

Me mata ver cómo te apagas
si algo, cualquier estúpida inquietud,
se atreve a interrumpir tu risa.

Nunca dejes que esa risa se convierta
en un sofoco.
Nunca dejes que esos labios enmudezcan
por colmarse de palabras,
o de besos alquilados.

Nunca llores.
Y si lloras, lloraré contigo,
y bañaremos el colchón en sal
y anocheceres.
En definitiva, soy imperfecto,
débil
y cobarde.
Hasta que apareces.

Es entonces cuando llegan esa lengua, y esa risa,
que lo arreglan
absolutamente todo.

miércoles, 1 de octubre de 2014

El candidato


Le plantaron un navajazo en la boca del estómago a la vuelta de la esquina, de buena mañana, sin saludar siquiera.

Y Antoñito en lo primero que pensó fue que las manchas no se irían, qué disgusto, una camisa tan bonita a la basura.

Echó a andar con una mano sobre el vientre, por si a aquello de ahí dentro le daba por salir de su embalaje. Bajo sus pies, los adoquines se bañaban en fluido carmesí.

Entró a un bar, se apoyó en la barra, pidió un café con leche. Un par de ojos aterrados atendieron su demanda. Intentó beber sacudido por temblores, pero la mayor parte del líquido no pagó el peaje. Tuvo tiempo para dejar propina.

A trompicones volvió a la calle, y a lo lejos, distinguió el edificio. De su barbilla goteaba un sudor frío. El vientre le abrasaba. Del agujero recién estrenado se escaparon varios palmos de intestinos (¿Ya os vais? Si todavía es pronto).

Niebla, tanta niebla. Tantos ojos aterrados. Tantas sombras, tantos bultos que circulan como ganado, con tanta prisa. Y él se acercaba, arrastrando sus preciosos intestinos por el suelo. Los pobres se estaban ensuciando.

Llegó a la puerta de aquel imponente edificio, pero se derrumbó antes de entrar. Oh, se está tan a gusto aquí. Sólo un rato. Aquí no quema. Aquí no duele. Los ángeles me están vigilando. Te quiero mi vida. Mañana voy.

Y cuando recordó a su hija sollozando, sucia y demacrada, preguntándole si ese día iban a comer, logró levantarse penosamente entre vómitos de sangre y bilis. Primer piso, se dijo. Los intestinos le colgaban de las manos como una ristra de salchichas.

Llamó a la puerta. Diez eternos segundos después, una corbata de lunares parlante le invitó amablemente a pasar (Espero que no me vea la mancha de la camisa).

-Perdone el retraso, había algo de tráfico. Además no sabía si venir porque no reúno todas las aptitudes que piden para el puesto, y con esto aquí colgando... -gimió, con las tripas enganchadas entre los dedos.

-No se preocupe -logró escuchar, mientras le deslumbraba una sonrisa-. Es usted el candidato perfecto.