lunes, 17 de octubre de 2011
Última corrida
A Roberto Cañas del Val le temblaban las piernas como si acabara de recorrerse en bicicleta media Barcelona. Frente a la Monumental, rodeado de una tormenta de vítores y abucheos, miraba sin ver hacia la Gran Vía pánfilo perdido y bañado en sudor. Quién se lo iba a decir media hora antes, cuando Rosa María Gómez de Castro le brindaba su magnífica vagina en los baños de la plaza de toros, con cara de no haber follado como dios manda en los últimos cinco años de su vida. Él la invitó a la última corrida en la Ciudad Condal, y ella le invitó a la última corrida entre ambos. Al unísono, como una conjunción perfecta de viento y percusión en una orquesta, entre gruñidos de puretas desesperados por retener su sangrienta tradición y los brindis de champán de una pandilla de activistas eufóricos. Cuando saltaron los banderilleros a la arena, la mano de su ex mujer aterrizó en su pescuezo y su voz le lamió el lóbulo de una oreja en llamas: "Me debes un orgasmo, semental". Y encerrados en el baño la azotó, la tiró del pelo, la llamó zorra, la gritó puta y guarra, y cuando explotaban de placer él disparó un "quiero volver a casarme contigo..." mientras ella le anunciaba un "...estoy embarazada de tu hermano".
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