martes, 25 de octubre de 2011

Balada breve de trompeta

Parece un suspiro, el recuerdo en el paladar. El café a cuarenta céntimos, los encuentros de balcón, las tortillas de patatas. Un baile con la puerta giratoria, un viaje en ascensor, una rubia con espuma en vaso largo, lo bueno, lo bonito, lo barato…

 Foto de scragz en flickr

Parece un suspiro, el paso del tiempo. El olor a mar que firma el horizonte, la brisa seducida por la sal, el vendaval de las terrazas. Los acordes del papel de plata al desayuno, los redobles de las teclas, los abismos de mordazas…

Seguro que todo pasó ayer... Los crujidos de aquel táper, las maldiciones, los “yo no cago en ese váter”, los “me estoy tocando los cojones”. O los chistes de becarios, las rutinas sazonadas, lo blaugrana, lo gatuno…

Es fugaz, como una tormenta de verano. Tacaño, volátil, escurridizo, tan tremendamente agotador que no cansaba. Ágil, raquítico, avaro, como ceñido con corsé. Tan repleto de nada que se acababa haciendo de todo. Breve, escaso, un cigarro para dos, una calada al calendario, un parpadeo, una oferta en infojobs…

Pero aún nos queda por andar. Nos queda darle cuerda a los relojes, las mejores baladas de trompeta. Nos queda encontrar nuestra aguja del pajar, nuestra octava maravilla, el acento catalán domesticado, el pescado sin espinas. Nos queda huir despavoridos de este antro para citarnos… en otra esquina del planeta.


A los becarios que más curran... o no...

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