lunes, 31 de octubre de 2011

Café exprés

''Es como, no sé, sabes esa sensación cuando abres un regalo que te hacen con todo el amor del mundo y lo que hay dentro te parece una auténtica mierda, se produce un silencio incómodo que te sube los colores y es cuando el que regala espera que digas algo, un mañana me lo pongo, un mañana me lo veo, o algún maldito gracias que terminas escupiendo como si te hubieras enjuagado la boca con vinagre. Después sonríes estúpidamente y te sientes el tío más capullo y desagradecido de la historia, aunque por dentro sigues pensando en que ese regalo tardaron en comprarlo lo mismo que tú en desenvolverlo, y te viene a la cabeza aquella expresión iluminada de que lo hecho con buena intención es siempre bueno, que qué cabronazo eres si se te ocurre lo contrario, qué sinvergüenza. Por supuesto, piensas, pero es una basura y punto, o ya lo tengo, o menudo coñazo que ni siquiera te conozcan como para saber lo que quieres, tú ahí pidiendo egoístamente otra cosa con esa estúpida sonrisa, ese agradecimiento avinagrado y esa lava en tus mejillas, y la otra persona confiando ciegamente en que en ese preciso instante eres un hombre feliz y afortunado por tenerla cerca. Pues así es más o menos como me siento cuando me despierto y al otro extremo de la almohada aparece una mujer que no es la que deseo, para que te hagas una idea.''

jueves, 27 de octubre de 2011

Genética evolutiva

A veces, no estaría mal ser una bestia para hibernar entre tus piernas. O cuando el viento sea ventisca, y refugiarme en la gruta de tu ombligo. Ser un díscolo salvaje, un animal, para dejar las huellas de mis garras por tu espalda. Bajar por el monte de tus labios, respirando de tu aliento, reflejándome en el lago de tus ojos pardos.

Tampoco me dolería arrojarme al vacío desde la palma de tu mano… si tuviera alas. Volar en círculos alrededor de tus caderas, y descansar en cualquiera de tus ramas. Aterrizar en tus papilas gustativas, amerizar en tu saliva. Tener plumas, para hacerte cosquillas en la nariz y que silbe tu sonrisa. Tener pico, y acudir a alimentarme hasta tu nido.

O ser caballo relinchón, y pastarte la piel como si no hubiera un mañana. Bailar al trote con tus pies, y al galope en tus pezones. Que me montes sin la silla de montar, brincar como un corcel ingobernable en tus cultivos. Ser un potro pura sangre, que bombee tus latidos; ser caballo ganador, y apostar por tus andares; o uno pinto, y mis manchas tus lunares.

A veces, no estaría mal ser alguien como yo, y que te sueñe. El sol ya no saldría, al sol lo secuestraba y pediría un trillón de lacasitos de recompensa. La luna no se escondería… la luna sería nuestra mascota en peligro de extinción.

Que te sueñe. Con tenerte.
Con tenerte, para dejar de ser cautivo.
Para volar, y relinchar, y quién coño sabe…

martes, 25 de octubre de 2011

Balada breve de trompeta

Parece un suspiro, el recuerdo en el paladar. El café a cuarenta céntimos, los encuentros de balcón, las tortillas de patatas. Un baile con la puerta giratoria, un viaje en ascensor, una rubia con espuma en vaso largo, lo bueno, lo bonito, lo barato…

 Foto de scragz en flickr

Parece un suspiro, el paso del tiempo. El olor a mar que firma el horizonte, la brisa seducida por la sal, el vendaval de las terrazas. Los acordes del papel de plata al desayuno, los redobles de las teclas, los abismos de mordazas…

Seguro que todo pasó ayer... Los crujidos de aquel táper, las maldiciones, los “yo no cago en ese váter”, los “me estoy tocando los cojones”. O los chistes de becarios, las rutinas sazonadas, lo blaugrana, lo gatuno…

Es fugaz, como una tormenta de verano. Tacaño, volátil, escurridizo, tan tremendamente agotador que no cansaba. Ágil, raquítico, avaro, como ceñido con corsé. Tan repleto de nada que se acababa haciendo de todo. Breve, escaso, un cigarro para dos, una calada al calendario, un parpadeo, una oferta en infojobs…

Pero aún nos queda por andar. Nos queda darle cuerda a los relojes, las mejores baladas de trompeta. Nos queda encontrar nuestra aguja del pajar, nuestra octava maravilla, el acento catalán domesticado, el pescado sin espinas. Nos queda huir despavoridos de este antro para citarnos… en otra esquina del planeta.


A los becarios que más curran... o no...

lunes, 24 de octubre de 2011

Ayahuasca

 - Que no oiga. Que yo lo que quiero es encontrarme. Que me he perdido a mí mismo. Me toco, me chupo, pero nada, que no me localizo en este sistema solar, en ninguna puñetera coordenada, oiga.

El chamán me miró con cara de queso, como dicen los argentinos. Así, con la boca abierta, enseñando una dentadura superior despoblada de marfil y tres piños podridos abajo, perdía cualquier tipo de autoridad, si es que tenía alguna.

  Foto cortesía de cliff1066 en Flickr

- ¿Me está escuchando? ¿Usted habla español, no? ¡En-con-trar-me! ¡Que sé que guarda hierbecitas de esas por ahí, no me engañe! Le pagaré lo que haga falta. Allá donde esté yo estará mi cartera, así que nada de pagos por adelantado. Por pura física elemental vamos, que de donde no hay no se puede sacar.

El hombre se rascó la barba de varios lustros. Unos cuantos piojos saltaron como resortes y se mudaron a su mugrienta y canosa melena. Me imaginé a uno de esos bichos con una maleta al hombro.

- ¿No será usted uno de esos estafadores, verdad?

Cerró la boca, gracias a dios. Sesenta y pico años sin dentífrico comenzaban a cargar el ambiente de aquella cabaña enana. Rollo tipi apache, pero en medio de la selva.
También se le empezaron a caer los párpados.

- ¿Oiga, se está quedando dormido? ¡Vamos no me jodas…!

Jodió. El hombre estaba dormido. O eso parecía hasta que empezó a reírse a carcajada limpia (o sucia, según se vea), repartiendo su fétido aliento como un aspersor.
Ahora la cara de queso era la mía.
Pasó un rato. Pasaron dos. El tío no paraba de bombear sus pulmones a base de risotadas, que conformaban un coro tronchante con los berridos de los monos. Me entraron ganas de eructarle en la nariz, supongo que por eso del ojo por ojo y aliento por aliento, pero me contuve. Por fin paró de reír y con él dejó de pegar botes la calavera de algo que no quise descubrir colgada en su cuello. Me miró con su sonrisa de tres dientes y sus otros tantos millones de arrugas faciales y se levantó.
Mierda. Tenía su polla al aire.

- Esto ya me sobrepasa…

Fue un pensamiento en voz alta. No sé cómo cojones no lo había visto según entré en la cabaña. De ser así aquella visita habría terminado antes de empezar. Aquel miembro asomaba a través de una especie de falda, o tutú, o cacho de trapo con agujeros, lo que fuera que le rodeaba la cintura.

- Viajero…- Me soltó. Y comenzó a llenar un cuenco de esos de cagadas de murciélago con agua de una de sus vasijas.- ¿Has probado primero a saber dónde buscarte?

lunes, 17 de octubre de 2011

Última corrida

A Roberto Cañas del Val le temblaban las piernas como si acabara de recorrerse en bicicleta media Barcelona. Frente a la Monumental, rodeado de una tormenta de vítores y abucheos, miraba sin ver hacia la Gran Vía pánfilo perdido y bañado en sudor. Quién se lo iba a decir media hora antes, cuando Rosa María Gómez de Castro le brindaba su magnífica vagina en los baños de la plaza de toros, con cara de no haber follado como dios manda en los últimos cinco años de su vida. Él la invitó a la última corrida en la Ciudad Condal, y ella le invitó a la última corrida entre ambos. Al unísono, como una conjunción perfecta de viento y percusión en una orquesta, entre gruñidos de puretas desesperados por retener su sangrienta tradición y los brindis de champán de una pandilla de activistas eufóricos. Cuando saltaron los banderilleros a la arena, la mano de su ex mujer aterrizó en su pescuezo y su voz le lamió el lóbulo de una oreja en llamas: "Me debes un orgasmo, semental". Y encerrados en el baño la azotó, la tiró del pelo, la llamó zorra, la gritó puta y guarra, y cuando explotaban de placer él disparó un "quiero volver a casarme contigo..." mientras ella le anunciaba un "...estoy embarazada de tu hermano".

lunes, 10 de octubre de 2011

Yo, mí, me, contigo

Cuando menos te lo esperes, me olvidaré de ti.
No lo dudes. Ni siquiera te aproximes a la duda, porque lo tengo decidido.
Pero antes, aliméntame una vez más con tus bocados. ¿Qué te parece? Tras la cara oculta del telón de este escenario, que montamos en la luna de una noche de verano. Un teatro donde los sueños no se hacían realidad, sino que los pedacitos de realidad se transformaban en sueños. Naufraguemos en este océano de asfalto que nos separa, para que nos devore una isla perdida de un mar de las Bermudas. Seamos maleducados, faltémonos al respeto en soledad, la tuya, la mía, la que nos desnuda sin delicadeza. Eso no va con nosotros, ¿verdad? Esa ventana cerrada que no deja entrar el desaire que nos arrojamos cuando estamos juntos. Porque al tiempo y al espacio se la suda cuándo y dónde estemos, hazte fuerte, hazme fuerte, y que nuestro estruendo les silencie. Súbete al escenario, aquí te espero. O mejor, dime que has montado un nuevo coliseo donde librar nuestras batallas. Dime que te ha vuelto loca la distancia, el sabor de la derrota de aquel sueño derrotado. Aquí, a mi vera, a la tuya, en el filo de tus labios, los que una vez pronunciaron un tequiero bajo las lágrimas de una lluvia del otoño.
Puedo olvidarme de ti, pero no quiero.
Cuesta tanto distinguir el punto medio entre olvidarte y no hacerlo…
Cuesta tanto no pensar en tus bocados…

lunes, 3 de octubre de 2011

Durmiendo con su rutina

-Ráscame la espalda, anda porfi.
Ras ras.
-Más a la derecha, ahí, ays, qué gustito…
Ras ras.
Más que rascar, arañaba.
Ras ras.
Se quedó con cara de idiota. Qué cojones hacía a las dos de la mañana respirándola en la nuca, si lo que quería era…
Ras ras.
Piel, músculos, huesos, quería desgarrarla entera. Quizás…
Ras ras. Ras ras.
Le daba al vaivén por inercia, con aquella cara de idiota. De arriba abajo, como un muerto viviente.
Ras ras.
-Oh, qué bien cariño.
Sin capacidad alguna para comenzar a hacer otra cosa, a tener cualquier otra idea. Un muerto viviente. Eso es lo que era, después de todo.
Ras ras.
…Quizás debajo de esa piel, de esos músculos, de esos huesos, haya otra persona. Ojalá.
Ras ras.