martes, 1 de julio de 2014

El viejo orden

Y cuándo dejas de doler. Cuándo empieza la purga. El relleno. Cuándo llega el instinto de supervivencia. Esas gilipolleces.

Te convertiste en todo aquello que siempre quisiste ser de mayor. Invisible. Impensable. Indispensable. En oxígeno. Hace mil vidas.

Y ahora qué me quieres. ¿Ser mi ave fénix? ¿El óxido en mi carne?

Si tuviera derecho a fabricarte otra vez, te haría mi tormenta.
Mi supernova.
Mi bypass.
Mi fotosíntesis.

Serías mi salva de artillería, apuntando a esos pedazos que me hicieron malgastarte.
Mi torre de jenga.
Mi vacuna.
Mi chamán.

Elige un momento y aparece. Cualquiera es bueno. Madrid se desvive por tu luz y tú mudando de desierto.

O acaso buscas otra cosa. No encuentro ningún perdón que me valga en el armario. El que tenía me quedaba demasiado grande.

Ahora sólo queda tumbar las barricadas. La resistencia. Vaciar las entrañas.
Quererse a cañonazos. A estampidos.
A llamaradas.
Y luego que te quedes. Sin despertador.
Porque nada sabe peor que tenerte hambre.

No hay comentarios: