jueves, 12 de junio de 2014

43 de mayo

Ojo. Cuidao. Puede que el refrán sea cierto y ya no necesitemos un sayo para evitar catarros de última hora. O incluso aislados chaparrones. Y al menos podríamos luchar contra todo eso el resto del año si supiéramos qué es un sayo sin buscarlo en internet. Pero que ojo, cuidao. Mira, asómate al balcón, morena. Ahí fuera sigue lloviendo. Ahí fuera sigue la tormenta.

Ah, que no lo ves. Mira detenidamente. Llueven idiotas. Por todos lados. Idiotas que no conocen, por ejemplo, el significado del dinero. Y eso que nadan en él. Al menos todavía no lo saben. Quizás algún día les falte y lo aprendan. Aunque tampoco saben realmente en qué gastarlo. Claro que no, las auténticas necesidades sólo aparecen en la escasez.

Pero mira bien. Hay hasta idiotas incapaces de conocer el significado del miedo, ya que no tienen nada que perder. Y el miedo da fuerzas, responsabilidades. Es algo así como un sparring de boxeo. Y esos idiotas son los peores, porque se creen valientes. Pero eso nunca será posible, ya que siempre habrá algún cobarde que les aplauda.

¿Y aquella nube tan negra? Seguro que está cargada de idiotas que no comprenden la magnitud de la locura. Y la locura es muy sibarita. Únicamente existe en todo su esplendor cuando somos capaces de enloquecer por alguien. Igual que la preocupación. Hasta que no veamos el rostro del sufrimiento en ese alguien, no tendremos ni idea de lo que es preocuparse de verdad.

Aunque sin duda, los idiotas que más calan son aquellos que ignoran su poder de decisión. Y es que siempre habrá otros idiotas que decidan por él. Es la definición perfecta de calabobos. Una lluvia fina y sutil que va mojando poco a poco sin apenas darnos cuenta.

No dejes que te empape la idiotez. No te quites tu sayo de identidad.

Ni todavía ni nunca.

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