Las razones, en ocasiones, pueden volar en distintas direcciones con sólo observar la realidad…
…desde dentro.
“Qué elegante estás con tus luces. Qué porte y qué hombría. Tú, vosotros, ahí, tan cerca de esa mala bestia, cruel, cornuda y despiadada. Qué valentía. Qué señorial y qué arte. Vamos, haz que tu enemigo caiga de bruces contra el suelo. Vamos, yergue ese capote tan bien planchado para la ocasión. Ha llegado el momento de ensuciarlo y teñirlo de rojo bermellón. Llama a tu caballero defensor, que te ayude con su lanza medieval y su corcel domesticado. Vamos, baila al son del compás de los aplausos. Venga, un matador debe cumplir con su cometido. Que se unan los que portan los puñales con banderas. Que le den un poco de color y olor a carne desgarrada al festejo. Déjate llevar y que te salpique el fulgor de la batalla. Acalla esas voces tan molestas que no digieren tu admirable profesión. Ríete de tu enemigo. Humíllale delante de toda esta gente. Desángrale. Véncele. Mutílale. Es tu momento, agarra la muleta y no cojees. No titubees. No tiembles. No seas cobarde, sé un hombre. Vamos, aférrate a ese estoque y atraviesa sus ventrículos y aurículas. Destrózale el corazón. Qué cojones haces, sigue agonizando, sigue retándote, ¿no lo ves en sus ojos encendidos e inyectados en sangre? No permitas que te provoque. Taládrale la nuca con tu hermosa puntilla. Perfórale. Eso es, eso es lo que quería ver, esa lengua inerte caída sobre la arena. Se me pone la carne de gallina con la pañolada que te dedican. Estalla la ovación de tus forofos. Llueven los piropos mientras exhibes tus trofeos cercenados. Te has ganado mi respeto. Tu coraje es… absolutamente… fascinante.”
…desde fuera.
“Qué jodidamente ridículo estás con eso puesto. Qué insignificante pareces a la vera del que llamas tu adversario. Venga, si tanto quieres sacar pecho, desnúdate y lucha al descubierto. De tú a tú contra el monstruo. Sin armas, sin ayudas arbitrales, carente de parafernalia que te dispare el ego. Muéstrate tal como eres. Ahí postrado, tienes el poder de un semidiós mercenario. Pero… ¿estás ciego? No eres nadie. No eres un gladiador romano. No eres ningún héroe con poderes especiales. Ahí, delante de todos esos sádicos ignorantes. Esos, que comparan tus verónicas con los cuadros de Velázquez. Esos, que se ríen entre polvo y berridos. Tantos circuitos neuronales, tanto ser humano, y sin embargo, reúnen entre todos el mismo juicio que lo que al animal le sale del culo. Ahí le tienes, monta tu particular espectáculo. Llama a tus compañeros de reparto para amenizar la función. Ya está toda la cuadrilla en el campo, juguemos el partido. Vaya, pero parece que vas perdiendo la batalla. ¿Qué tal la experiencia de volar por los aires? ¿Cómo fueron esos segunditos convertido en un pelele? Mantente recio, valiente. Estás saliendo por la tele y decepcionas a tus fieles. No des la voz de alarma, no dejes que te abracen y te escolten. Aguanta. Sufre. Desángrate. Jódete con orgullo, como tu enemigo. ¿No querías demostrar que tus artísticas dotes son supremas? Cojea. Vomita. Ahógate en tus propios fluidos. Das vergüenza ajena. Eres el paradigma de una doctrina abyecta y podrida. Me das lástima. Recréate en tu propia sangre porque es lo que mereces. Porque tú mismo lo has buscado. Por eso, prefiero ser un “progre”, un “pacifista” y un “vegetariano”, y demás bufonadas con las que te defiendes. Y tus víctimas, ten por seguro que preferirían no vivir a tener que morir en tus manos.”
…pero, simplemente, con reflejar sin un ápice de hipocresía esta puta paradoja, la dirección correcta es más lógica de lo que parece…
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