Ella dice que ;) y que unos labios rosas y yo cosecho labios en código binario, labios en puntos suspensi... que puedo colocar en cualquier parte, aquí por ejemplo, en la cuarta vértebra cervical, donde nunca nadie me ha besado. Y se produce un es-ca-lo-frío en los aproximadamente 17.500 centímetros cuadrados de mi epidermis que me arrojan sin comida ni agua a un laberinto de sensaciones. Ahora busca la salida, pronuncian esos labios cuando llega el recreo, y encuentra las siete diferencias entre este lunar que me acaricia el ombligo y el que tengo medio palmo más abajo. Su mirada de glaciar es una ilusión óptica, en realidad sus pupilas brillan sobre un océano de pequeñas llamaradas, repartidas en anarquía como alocadas piezas de un puzzle turquesa. El colchón se convierte de pronto en un campo de minas y todas serán detonadas con la precisión de un experto artificiero. En el suelo hay un tablero de ajedrez imaginario donde la reina se enroca con el peón, pasándose el soberano protocolo por debajo de las enaguas. Las onomatopeyas y los gemidos resultantes se condensan en una sopa de letras con aspiraciones de convertirse en orquesta sinfónica, mientras un baile de arañazos y huellas dactilares se dispersan en el sudoku de nuestras anatomías. En su espalda de melocotón puede sentirse el eco de sus latidos, cuyo ímpetu desbocado resuelve la última solución horizontal de nuestro crucigrama.
"¿Seguimos jugando?" -se escucha.
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