Existe un sitio donde encajarías. Un lugar donde se escucharían tus gritos. Donde a todo quisqui se la suda el chismorreo del vecino, el dos por uno del mercado, que llueva sol, o nieve sombra.
Existe, créeme. Lejano, quizás en otro sistema solar donde no calculen decibelios, donde el ruido se disfraza de acordes de piano. Donde el más pobre nace rico, y el más tonto hace zapatos.
Existe, confía en mí. En algún recóndito lugar del universo. Pregunta por un paraje con oídos, un terruño con ojeras, o la aldea del berrido. Para encontrarlo sigue el rastro de cuerdas vocales desgastadas, de tanto usarlas.
Allí el que no vuela corre, el que no calla otorga, y el que no folla no mama. Allí se tiñen de arcoíris las tragedias, y de blanco y negro los recuerdos. Allí, ande usted riendo, caliéntese la gente.
Un lugar donde la voz es un arma de destrucción masiva. Una pista donde aterrizan los motivos. El paraíso nudista de tu cólera. El escenario del crimen del silencio. Un rincón donde cagarse en el váter del sistema, y no tirar de la cadena.
Y si no existe... nos queda esta jungla de ladrillos para desgañitarnos.
Si no existe… apaga los sentidos y enciende la garganta.
Y si no existe… que revienten…
Al que desayuna a mi vera en la distancia.
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