viernes, 1 de julio de 2011

Jornada intensiva...

Sacas del bolsillo una llave reluciente y la introduces en el ojo de cerradura, que guiña un “bienvenidos a vuestro reino”. Una monarquía gobernada sin coronas, o una república legislada por tu cetro, qué más da, el caso es que es nuestro. Pero todo reino necesita de sudor, trabajo y sacrificio para sacarlo adelante…

Primero, y más importante, el ambiente laboral. Un suelo de barniz sobre madera, un colchón en un rincón, una pequeña chimenea. Una vela iluminada, una bañera, un vino peleón. Unas botellas de tequila, un balcón con vistas a una cala en Barcelona, un reloj. Ah, y una nevera llena, que no falte. Con un abanico de post-it donde publicar nuestras tareas.

Lunes, entrevista personal. Tú me exiges un currículum vitae con foto y todo, yo te obligo a que desnudes tus caderas. Tú me pides carta de presentación orientativa, y yo me presento en el valle de tus piernas. Tú me ofreces para el puesto un cheque en blanco, y yo firmo tus contratos con saliva en vez de tinta.

Martes, al tajo, jornada intensiva. Ocho horas sucesivas diseñando la estrategia empresarial. La alarma protesta a las siete, y a las siete y tres ya estamos listos con el mono de trabajo. O más bien, sin él. Un desayuno en la bañera, un tentempié en el balcón, y un ejército de medios disponibles nos rodea.

Miércoles, reunión en horizontal entre jefa y empleado. Un “te espero en mi despacho” y dos “esto aún no se ha acabado”. Dibujas en un post-it una oferta irrechazable, y me arrojas con violencia, y con abuso de poder, todas tus cláusulas secretas. Un ratito después cerramos, enroscados, el acuerdo comercial más productivo de la historia del planeta.

Un día más, y me subes el sueldo. Llega el jueves,  y se dispara el valor de tus acciones. Tú me asciendes de becario a presidente, y yo te dejo que me trepes. Revienta el corcho de los vinos, los fondos del colchón se multiplican, y las crisis sólo existen cuando no invierto en tus bocados. Yo te monto, y tú me montas, en el dólar de las sábanas revueltas.

Pero el viernes, el sistema financiero se desploma. Abdican manos en espaldas, estallan guerras de gemidos, nacen paraísos fiscales por la almohada. Renuncia el valor de las palabras, suben los impuestos de la ropa. Tú me mandas un estudio de mercado, y yo estudio cada uno de los rincones de tu cuerpo. El valor de la moneda cae en picado, y el recambio dominante son tus huellas dactilares. Y en pleno revolcón de negocio, convocan huelga para el sábado. Sindicatos de los muelles ponen gritos en el cielo, y desde la patronal que lideramos gritamos aún más fuerte. Se desmorona el porcentaje de hipotecas, cuando mi única morada está en tu ombligo. Quiebra la banca, dimiten órganos, y la oferta y la demanda se disuelven con tequila en nuestros labios.

Con la empresa en números rojos, arrojamos a la hoguera el contrato vitalicio, y cerramos de un portazo nuestro reino. Nunca un par de decenas de metros cuadrados estuvieron tan bien gobernados.

Y el domingo…
…el domingo sacas del bolsillo una llave reluciente…

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