Reunión solemne en torno al féretro de José Luis Desdichas Aciagas, Pepelu “el Pobrecico” para los amigos, quien tuvo el infortunio de perecer a causa de un proyectil 9 milímetros que se acomodó en un rincón de su hueso parietal después de darse un paseo a través de su masa encefálica. Se desconoce al culpable de tal fechoría. Presentes en el acto:
La madre, que piensa:
“Estoy segura de que fue esa maldita guarra la que apretó el gatillo. ¡Y tiene la poca vergüenza de venir aquí a reírse de toda la familia, en nuestra cara! Ya te calé desde el primer día, ya, cuando entraste en mi casa con aquella falda de putita barata. Él ya no puede hacerme caso, y mira que le avisé de tus intenciones. Hasta la Manoli se olía algo malo, que me lo comentaba todas las tardes tomando café en el bar del Antoñito, que también sospechaba porque había oído hablar de ti a su mujer, que es la hermana de la Petra, la criada de la Manoli. ¿Querías robármelo, verdad? ¡Pues te juro por mis muertos…! Uy perdona hijo mío. ¡Pues te juro por lo más sagrado que no te vas a llevar el dinero de la herencia!”
El padre, que medita:
“Joder, ahora que mi nuera se ha quedado viuda no estaría mal desatascarla las tuberías de vez en cuando. Mira que está jamona la condenada.”
La suegra, que reflexiona…:
“Qué bien me van a venir esos milloncejos que va a heredar mi Martita. Y eso que parecía tonta cuando la parí. Mañana mismo vamos al abogado a por la herencia y por la tarde ya tendré ese visón tan coqueto. La de pelusa que le va a entrar a María Estefanía. Claro, como su marido es un pobretón… Y me encantaría ver la cara de Ana Claudia cuando vea las fotos que sacaré de New York y su encanto, ahí, todo tan fashion… Claro, como ella viste con harapos de los grandes almacenes... ¡Seré la envidia del barrio! Aunque ahora que me acuerdo, todavía no he visto el maravilloso papel que nos hará ricos.”
…y que grita a Martita:
-¡Te quiero cariño, mamá está contigo! Por cierto, ¿tienes por ahí la hoja del testamento para echarle un vistazo?
El suegro, que cavila:
“Pepelu, hijo, no te preocupes, que en menos que canta un gallo te hago compañía. Me has dado la mejor idea para dejar de aguantar a tu suegra.”
El sepulturero, que vocea:
-¡Si alguno más d´ustedes quiere enterrar sus muertos, que me lo diga! ¡Paco Pérez Pala, para serviles! ¡Y sólo durante las navidades meto bajo tierra dos fiambres por el precio de uno!
El cura Manuel, que predica:
-Queridos fieles, estamos aquí reunidos para despedirnos de… de ese señor… ese del bigote… el paliducho… bueno, de este pobre diablo, cuya vida fue arrancada de nuestros brazos para acudir a la casa de nuestro Padre el Altísimo…
Martita, la viuda, que discurre:
“Cuando vea mi madre que toda la pasta la ha heredado el puto perro, se tira de los pelos. En fin, voy a arreglarme el escote que dentro de media hora he quedado con el cura para echar un polvo.”
El perro, que se rasca:
“¡Cojones, cómo pica mi nuevo collar de diamantes!”
Pepelu “el Pobrecico”, que se despide:
“Gracias a Dios que he podido ver a España ganar un Mundial antes de suicidarme.”
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