domingo, 3 de febrero de 2008

Monstruos de feria


J. J. Abrams visitó Tokio hace un año con su hijo y en uno de sus paseos observó que el merchandising de Godzilla aún inundaba las tiendas niponas. El colosal monstruo se había convertido en toda una referencia cultural japonesa, un símbolo representativo de una parte de su historia en la que el pánico nuclear y el miedo a la destrucción devoraban el día a día de los ciudadanos. Este miedo alcanzó cotas desmesuradas llegando incluso a apoderarse del cine, que se convirtió en una metáfora del pavor civil. Así nació Godzilla, así nació el mito de los gigantescos monstruos destructores de rascacielos. Y así nació Monstruoso (infame traducción de Cloverfield), por envidia sana de Abrams, que veía como sus adorados Estados Unidos no tenían su propio engendro devastador.

Abrams pensó que King Kong, Tiburón y Alien no habían cumplido el requisito básico para que una criatura se inmortalizara en mito: destruir Nueva York. La versión americana (y cansinamente patriótica) de Godzilla en 1998 resultó un sonado fiasco, por lo que se puso manos a la obra para diseñar su criatura prototipo, cuántos edificios logrará derrumbar de un soplido y la cantidad de misiles que soportará en su chepa. No es malo el planteamiento, aunque sí es algo decepcionante el resultado. La bestia de Monstruoso es descomunal y aterradora, pero no goza de un diseño excesivamente original y más bien se podría deducir de una fusión de bosquejos de varias otras, como los alienígenas de Independence Day por ejemplo. Sí, vale que muerda, que tenga a su disposición a todo un ejército de parásitos carnívoros y la fuerza suficiente para arrancar de un mordisco la cabeza de la Estatua de la Libertad, pero le falta la guinda. Se hecha en falta una forma especial, el carisma propio de los monstruos del género.

Pero siendo indulgente y dejando de lado el hecho de que la película no consiguió impactarme (profundo dolor el mío), podría destacar que su trama presenta una potable mezcla entre el amor y el caos. Qué raro, pensarán algunos. Pues realmente es de esta manera como se desarrolla el film, grabado desde la perspectiva de una videocámara. Un grupo de jóvenes celebra la fiesta de despedida de un amigo, enamorado hasta las trancas de una compañera de la infancia de la que se despide de malas maneras en la reunión. Una brutal explosión sacude el bloque y nuestro adorado monstruo comienza su destrucción particular de Nueva York (lo que ha sufrido esta pobre ciudad). En medio del desconcierto y el derrumbe general, Rob, el protagonista, decide ir en busca de su chica acompañado de otros tantos colegas. El viaje por las calles de la ciudad será un auténtico desafío de supervivencia, huyendo del bicharraco y sus entrañables hijitos hambrientos. Por experiencia diré que a Abrams le vuelve loco este cóctel amor-suspense-caos, pensando que le da un mayor realismo al producto. No hay más que ver 3 capítulos de Lost y sus vaivenes argumentales.

Los efectos especiales, simplemente inocuos. Los desplomes de pedazos de inmueble son excepcionales, amén de la puesta en escena de la criatura cuando se aprecia de lejos. El problema llega cuando el plano se acerca al monstruo o a los parásitos, donde mi incorregible visión perfeccionista ve una digitalización excesivamente notoria. Esto se intenta corregir con una oscuridad constante (excepto los 10 minutos finales) con relativo éxito, aunque los que valoran solamente la estampa catastrófica de la ciudad quedarán bien saciados.

Monstruoso es el mejor ejemplo de cómo una campaña sublime de marketing viral (con vídeos para entrar en calor en todos los idiomas) puede no originar una película perfecta aunque sí notable. La expectación que levantó Cloverfield en los Estados Unidos ni tan siquiera huele el rebufo que causó en España, hecho que probablemente se traducirá en las taquillas. Aquí no nos va eso de los monstruos gigantes, nos contentamos con los humanos mutados que sienten una especial predilección por la carne fresca. Y si no que se lo pregunten a [REC] (tarde o temprano tenía que salir). Aún así, un diez para el bombardeo publicitario de Monstruoso a nivel global. Es una pena que este afán publicitario se desarrolle también durante el propio transcurso de la película, donde serán abundantes las referencias a Nokia y sus productos más actuales.

En fin, el monstruo de feria de J.J. Abrams es pasmoso y altamente estimulante en el momento en que uno devora con ansia los primeros minutos del film, lástima que el éxtasis se vaya deshinchando con el paso del tiempo. Será una de esas obras pendencieras, peleonas en las críticas pero frágiles en la memoria, definido por muchos como cine palomitero. Y yo me compré un cucurucho pequeño...

1 comentario:

Juan dijo...

una palabra: COMERCIAL

muchas veces lo comercial no es sinónimo de cutrerío... pues aquí tenemos el típico ejemplo contrario (como en el 99,999% de los casos)

una pelicula planteada desde los cimientos bajo la insigne frase de "vamos a forrarnos, hagamos una película" termina siendo esto: una buena factoría de saca-cuartos (5 l€uros la entrada al cine¿?), pero una mala tirando a malilla pelicula.

post-data anecdótico: una cosa que se lo olvidó a monsieur Abrams al copiar "Blair Witch Project"; si vas a hacer que un grupo de colegas hacen como que graban un desastre, no les des la misma cámara que usas en el plató de "Perdidos", dale un super 8 o la típica cámara de gama baja. ¿Quién cojones se compraría una cámara con linterna, visión nocturna y auto enfoque para grabar una puta fiesta de despedida o una visita a Coney Island? ¿De qué planeta procede (porque en la tierra desde luego no hay materiales así) el material con el que está hecha la carcasa de esa cámara? ¿Todavía siguen existiendo en pleno siglo XXI cámaras a nivel de usuario que utilicen "cintas"?