Casi novecientos días después de su estreno, con más de cincuenta episodios a sus espaldas y un elenco de actores que se antoja exquisitamente cómico, los compinches de Paco Tous (bueno, sus guionistas) han decido tirar por la borda todo el esfuerzo empleado para convertirse en líderes de audiencia en el prime time del día de su emisión. De nada sirve que Michelle Jenner siga siendo la “lolita de la tele” y que Hugo Silva continúe desatando suspiros sexuales entre las adolescentes, ya no son incentivos suficientes para imantar a su audiencia y la muerte se aproxima. Ya se huele la putrefacción incluso antes de la descomposición, cosa mala para los aristócratas fieles a la serie.
Sentencian los sabios teleadictos que la excelencia de una serie no es perpetua, se marchita con el paso del tiempo y su trayectoria es en espiral, como si su destino estuviera irremediablemente avocado al fracaso. Esto puede darse, por ejemplo, cuando el guión se repite hasta la saciedad y hastía a los espectadores, cuyo número irá disminuyendo poco a poco en proporción a su nivel de hartura. Pero éste no es el caso de la serie de Antena 3, especialista en inmolar productos para alcanzar el éxito a toda costa (que se lo digan a Jack Bauer…), sino que su problema es más interno, de carácter quasi-filosófico. En fin, que se ha convertido en un dramón pastelero, con síntomas que atufan a suicidio implacable.
Las carcajadas que antes provocaban las irrisorias situaciones vividas por Paco y sus hombres han sido sustituidas por bostezos, llantinas y otras sensaciones difícilmente descriptibles con palabras, aunque desgraciadamente todas desembocan en la decepción. Digamos que, con su giro radical, la producción ha mutado en una telenovela made in Colombia, solo que en ésta nadie se llama Carlos Alfredo ni los glúteos de sus protagonistas femeninas están tan morenitos ni tan tersos. Además, se aprecia una ligera y penosa tendencia a imitar series yankis. ¿Qué hacen Povedilla y Lucas tanto tiempo en la cárcel para su misión? ¿Y por qué cojones tienen que quedarse ahora a defender al comisario? Esto no es Prison Break, cada uno a lo suyo.
Sentencian los sabios teleadictos que la excelencia de una serie no es perpetua, se marchita con el paso del tiempo y su trayectoria es en espiral, como si su destino estuviera irremediablemente avocado al fracaso. Esto puede darse, por ejemplo, cuando el guión se repite hasta la saciedad y hastía a los espectadores, cuyo número irá disminuyendo poco a poco en proporción a su nivel de hartura. Pero éste no es el caso de la serie de Antena 3, especialista en inmolar productos para alcanzar el éxito a toda costa (que se lo digan a Jack Bauer…), sino que su problema es más interno, de carácter quasi-filosófico. En fin, que se ha convertido en un dramón pastelero, con síntomas que atufan a suicidio implacable.
Las carcajadas que antes provocaban las irrisorias situaciones vividas por Paco y sus hombres han sido sustituidas por bostezos, llantinas y otras sensaciones difícilmente descriptibles con palabras, aunque desgraciadamente todas desembocan en la decepción. Digamos que, con su giro radical, la producción ha mutado en una telenovela made in Colombia, solo que en ésta nadie se llama Carlos Alfredo ni los glúteos de sus protagonistas femeninas están tan morenitos ni tan tersos. Además, se aprecia una ligera y penosa tendencia a imitar series yankis. ¿Qué hacen Povedilla y Lucas tanto tiempo en la cárcel para su misión? ¿Y por qué cojones tienen que quedarse ahora a defender al comisario? Esto no es Prison Break, cada uno a lo suyo.
Dudo si esta involución estará ligada a la impericia de los guionistas, cosa que me extrañaría echando un vistazo a los primeros capítulos de la serie y sus datos de audiencia, aunque lo que realmente demuestra es que el humor español está desapareciendo. ¡Ay, qué habrá sido de los clásicos humoristas que nos deleitaban con sus sketches y su salero propio! Ahora todo es humor inteligente, sátiro, verde, censurado, premeditado, irónico, racial, sarcástico o envenenado. ¡Queremos más humor estúpido, absurdo y sin sentido alguno! Si la fórmula funcionaba… ¿Para qué cambiarla? ¡Como esto siga así, ya sólo nos quedarán el jamón y las sevillanas!
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