Tengo la manía de perder el sentido
si no me oriento en tus caderas.
En esa curva pronunciada hacia tu espalda
donde no hay señales que sugieran
aminorar la marcha de mis dedos.
En ese punto donde el norte pierde la fe y la cordura
y del sur brotan dos piernas
esculpidas en algún rincón del paraíso.
Que al infierno ya se van nuestros pecados
cuando me faltas.
Tengo vértigo a volar sin tu plumaje,
a los rascacielos que acarician tus tobillos,
y a las cimas
que no coronan tus pezones.
Que ser valiente no es una virtud si no es contigo.
En este páramo de corazonadas,
tu sístole es la diástole que me alimenta,
y tu lengua
un vendaval de adrenalina.
Me acojona ir a la guerra sin tus armas.
En este páramo de corazonadas,
tu sístole es la diástole que me alimenta,
y tu lengua
un vendaval de adrenalina.
Me acojona ir a la guerra sin tus armas.
Que cualquier cama sea trinchera.
Que la paz sea un desierto
sin tu oasis.
Como si no pudiéramos desatar tormentas
con nuestras balas.
Me mata ver cómo te apagas
si algo, cualquier estúpida inquietud,
se atreve a interrumpir tu risa.
Nunca dejes que esa risa se convierta
en un sofoco.
Nunca dejes que esos labios enmudezcan
por colmarse de palabras,
o de besos alquilados.
Nunca llores.
Y si lloras, lloraré contigo,
y bañaremos el colchón en sal
y anocheceres.
Que la paz sea un desierto
sin tu oasis.
Como si no pudiéramos desatar tormentas
con nuestras balas.
Me mata ver cómo te apagas
si algo, cualquier estúpida inquietud,
se atreve a interrumpir tu risa.
Nunca dejes que esa risa se convierta
en un sofoco.
Nunca dejes que esos labios enmudezcan
por colmarse de palabras,
o de besos alquilados.
Nunca llores.
Y si lloras, lloraré contigo,
y bañaremos el colchón en sal
y anocheceres.
En definitiva, soy imperfecto,
débil
y cobarde.
Hasta que apareces.
Es entonces cuando llegan esa lengua, y esa risa,
que lo arreglan
absolutamente todo.
débil
y cobarde.
Hasta que apareces.
Es entonces cuando llegan esa lengua, y esa risa,
que lo arreglan
absolutamente todo.