Todo empieza con la huella de tus labios, al borde de un precipicio. La firma escarlata de un contrato en una copa, al margen de la ley y de la ética. Una invitación a luchar contra las normas y acatar, la dictadura de tus dedos. Y son ellos los que acaban con el orden, los delirios de grandeza, la educación, las barricadas. Y son ellos los que ponen la cordura en un mundo enloquecido, y roto en mil razones.
Todo empieza con tu ropa volando por los aires, y mi ropa, reptando por el suelo. Tú piensas en lo pequeño que es el mundo, y yo, en el eclipse de tu ombligo. Las paredes nos refugian de las balas de ahí fuera, pero la guerra, se libra entre nosotros. Tú decides que el primero de tus roces sea frágil. Yo prefiero que me faltes al respeto.
Y me robas un bocado. La mitad de los motivos ya se han muerto en nuestra orilla, y los demás, matarían por largarse. Ya no existe ni el pasado ni el presente, sólo un trozo de horizonte en tu regazo. Todo empieza en el momento en que tu espalda, se convierte en mi tejado.
Y follamos. Como si el tiempo fuera inútil, y lo único valioso fueran tus gemidos. Las sombras bailan minués alrededor de nuestra hoguera, y a los latidos, se la sudan la tensión y las arritmias. Enrocamos posiciones y devoro, cada una de tus fichas del tablero. Todo lo que antes eran inquietudes y deberes, empiezan a pensar en que tus ojos, son sus únicos derechos.
Porque todo empieza, simplemente, cuando tú acabas...
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