Quiero convencerte de que no soy lo que buscas. No tengo las armas necesarias para conquistarte cada día. No dispongo de la fórmula exacta para hacerte enloquecer. No merezco el roce de tus dedos, no soy freno que detiene tus relojes. No soy quién ni soy cuándo, ni para ti, ni para ahora.
Por eso, no me tengas en cuenta, bella dama. No me pienses, no me sueñes, no me guardes entre tu ropa de cama. Mejor, hazlo en el cajón de los olvidos. No me dediques tus segundos libres de impuestos, confórmate con los restos de nuestro mundo compartido.
No me eches en falta. Escóndete en mi trinchera de recuerdos, arroja a la hoguera los archivos, ocúltate tras el telón de mi escenario. No crucifiques el calendario que nos distancia, fírmame el talón del finiquito. No soy mito en tus leyendas, no soy chispa que alimenta tus circuitos.
No eres epicentro de mis seísmos cardíacos. No eres mayoría absoluta en mi parlamento. No me falta disco duro donde poder almacenarte, no me sobran los motivos para tener que buscarte. No debes sentirte afortunada, no estás diseñada para ser insuperable.
Por eso, no me quieras. No agites las mareas que mecen nuestros mares. No aceleres mis latidos, no despejes el camino a tus caderas. Véndame los ojos, despídete por mí de tus pupilas. No me atrapes en tus cuentos, no me cierres las salidas de emergencia.
Pero por favor, no me quieras.
No lo hagas, tal y como hago yo.
Para los que todavía creen que los catorce de febrero hay algo que celebrar.
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