Podrán pasar miles de años... Tres glaciaciones más sin un mamut malhumorado, un perezoso simpático y un dientes de sable orgulloso. Conoceremos un Doc que nos teletransporte en el tiempo y el espacio. Podremos legar a nuestros hijos la carga del cambio climático.
Podrá llegar el Armageddon sin que Bruce Willis pueda evitarlo. Nacerá una nueva generación de dinosaurios no controlados por Spielberg. Volarán por doquier los vehículos motorizados. Y nuestras pituitarias terminarán acostumbrándose al dióxido de carbono.
Podrá Madrid tener playa al derretirse los casquetes polares. Y durarán más de un minuto los casquetes matrimoniales. Podrán subir de tono las voces de los necesitados. Llegará el día en el que follar salvajemente y quererse vayan siempre de la mano.
Podrá sustituirse la capa de ozono por una de metacrilato. Creceremos sin saber qué coño es eso del miedo al fracaso. Desaparecerán de nuestros pies los pobres dedos meñiques. No hará falta tanto palique para dormir acompañados.
Llegará algún día en el que la banda ancha se quede estrecha. Llegará un momento en el que se secarán todas las lágrimas del planeta. Dentro de poco un Bender sarcástico barrerá nuestros salones. Dentro de nada los condones serán todos estriados.
Podrán pasar miles de años… pero Diana seguirá siendo una sucia prostituta materialista. Y la lista de Billie Jean se quedará siempre sin su premio. Curar el mundo, el menor de nuestros problemas. Y soñar en blanco y negro será lo menos racista a lo que aspiraremos.
Porque hay cosas que nunca mueren... y creer que una lápida es el fin de su existencia, craso error. Si nos acercamos de puntillas y observamos con cuidado, se podrá leer en su epitafio: “Ahora vuelvo…”
A Michael Jackson,
Y a todas las leyendas inmortales.
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