Detente, maldito reloj. Echa el freno de una vez y tómate un eterno descanso, dame un respiro. Ya no me das miedo con tu rumbo ingobernable, ahora simplemente te odio. Detesto tu prepotencia ilimitada, aborrezco tu tiranía, maldigo la misión que te han encomendado. Borra ya tus huellas del camino, sosiégate, estáncate, entiérrate vivo y muere acompañado de la soledad más funesta.
Púdrete lentamente, malvado reloj. Deja de agobiarme con tu marcha fúnebre y lárgate por donde viniste, ralentízate hasta extinguirte. No dejaré que te conviertas en el macabro acicate que controla mi existencia, duérmete arropadito con cicuta, erradícate. Esta vez serás tú mi marioneta, olvídate de los hilos que con tanta vehemencia has utilizado para controlarme.
Carbonízate, proxeneta de las horas. Arde tan despacio que la agonía sea sólo tu principio. Fustígate, desángrate, sufre como tú me hiciste sufrir antaño. Ya no asusta tu tictaqueo insaciable, sólo das asco y repulsión. Huye con el rabo entre las piernas, consúmete lejos, donde nadie quiera encontrarte, donde nadie quiera buscarte.
Agótate, amo del tiempo. Deja que se derritan tus manijas a la sombra, sofócate, angústiate mientras te carcomes por dentro. Esconde tus fauces y vacúnate con cianuro, calcínate, congélate en el infierno.
Y querrás volver, sucio reloj. Querrás regresar tan de rodillas que la súplica será sólo tu embrión. Necesitarás alimentarte de nuevo del miedo, ser abyecto y despreciable, y volverás acobardado a reclamar lo que es tuyo. Pero no te dejaré, esta vez no. Esta vez seré yo el hijo de puta que te utilice hasta asfixiarte.
Al maldito paso del tiempo.
sábado, 27 de septiembre de 2008
martes, 9 de septiembre de 2008
Inmadurito interesante
Inmadurito interesante, logras que te admire. Llamas al timbre y pasas sin siquiera limpiarte los zapatos, tú como en tu casa, copa ancha y bombín refinado. Escupes tu saliva ataráxica sin importarte en absoluto lo ácida que sea y el suelo que agujerees. Eso es bueno, porque podrás escupirme sin que yo me de cuenta, sabes que soy inmune al ácido, es mas, me excita.
Tu inmadurez se transforma en adulterio para con la seriedad, los barrizales, los frenos de disco, pastilla o mano. Tú ya adelantabas posiciones en la parrilla de salida, desde el cigoto, mientras los demás se desarrollaban pero involucionaban. El cerebro tiene tantas neuronas que merecen ser aprovechadas para coquetear con la ambición, con el ímpetu, con la prepotencia de querer saberlo todo como lo sabes. Sepámoslo juntos y fagocitaremos el universo, que nos espera aliñándose.
Pequemos de piterpanes y volemos por encima de las cabezas de los demás, aprecio un cierto aroma seis portales más allá de que te empieza a seducir la idea. Date cuenta de que nuestro frontal, occipital y parietal albergan demasiadas ganas de devorar el cerebro del resto de los mortales. No tienes más que comprobar que de vez en cuando te sangra la nariz sólo de pensarlo.
Continúa poemizando la polémica, lo artístico, lo bello, lo incorrecto. Sigue siendo el loro de ese pirata cojo que tanto ron degusta, gustándote a ti mismo sin asomarte al alféizar de otras ventanas. En tus páginas blancas escribe cada día un columnista, podrán ser de renombre o simples becarios, pero siempre saboreas el éxito. Las papilas gustativas de lo dulce se encuentran en la punta de la lengua. Quizás tu eterna bonanza se debe a que relegas la malicia y la preocupación a la punta de tu verga.
Inmadurizas la hierba por donde pisas y actúas como fertilizante. No deja de crecer, sino que se anima y aspira a hacer sombra a las secuoyas. Estás cuando nadie te necesita y faltarías a la boda de tu hermano por despiste, pero lo caprichoso del destino es que siempre te brinda una nueva oportunidad para redimirte. Ésa es tu marca de nacimiento, disfrutas de tantas oportunidades que por mucho que las desperdicies te seguirán acosando.
Respiras inmundicia y permaneces pétreo, ataráxico, alienado por una razón que escapa del raciocinio lógico. Así te lo montas, eres ilógico y te escandalizas de los escándalos que te inmiscuyen en la realidad, convirtiéndote en la prueba fehaciente de que existen las paradojas. No tienes vergüenza ni quieres tenerla, para qué, pesa demasiado y no folla como nos gusta.
Eres capaz de comer de gala y de picnic, gambas con tenedor y sándwich de salchichas grasientas. Te adaptas, te moldeas, nos robas las aficiones con la carta blanca que te otorga tu glotona sapiencia y exhibes las tuyas. Así desnudo llamarás más la atención que abrigado por un caparazón, eso déjaselo a otros que rebuznen o cacareen.
Sé que seguirás llamando a mi timbre sin quitarte el bombín reluciente. Sé que seguirás reptando nuestro suelo que tan afanosamente embaldosas, cemento fresco, cuidado. Y también sé que tu inmadurez resulta tan supina y tan verde que electrocuta y hace la fotosíntesis. Pero mejor ser tú que cuatrocientos cigotos que se cagan en la teoría de Darwin.
Al más maduro de los inmaduros.
Tu inmadurez se transforma en adulterio para con la seriedad, los barrizales, los frenos de disco, pastilla o mano. Tú ya adelantabas posiciones en la parrilla de salida, desde el cigoto, mientras los demás se desarrollaban pero involucionaban. El cerebro tiene tantas neuronas que merecen ser aprovechadas para coquetear con la ambición, con el ímpetu, con la prepotencia de querer saberlo todo como lo sabes. Sepámoslo juntos y fagocitaremos el universo, que nos espera aliñándose.
Pequemos de piterpanes y volemos por encima de las cabezas de los demás, aprecio un cierto aroma seis portales más allá de que te empieza a seducir la idea. Date cuenta de que nuestro frontal, occipital y parietal albergan demasiadas ganas de devorar el cerebro del resto de los mortales. No tienes más que comprobar que de vez en cuando te sangra la nariz sólo de pensarlo.
Continúa poemizando la polémica, lo artístico, lo bello, lo incorrecto. Sigue siendo el loro de ese pirata cojo que tanto ron degusta, gustándote a ti mismo sin asomarte al alféizar de otras ventanas. En tus páginas blancas escribe cada día un columnista, podrán ser de renombre o simples becarios, pero siempre saboreas el éxito. Las papilas gustativas de lo dulce se encuentran en la punta de la lengua. Quizás tu eterna bonanza se debe a que relegas la malicia y la preocupación a la punta de tu verga.
Inmadurizas la hierba por donde pisas y actúas como fertilizante. No deja de crecer, sino que se anima y aspira a hacer sombra a las secuoyas. Estás cuando nadie te necesita y faltarías a la boda de tu hermano por despiste, pero lo caprichoso del destino es que siempre te brinda una nueva oportunidad para redimirte. Ésa es tu marca de nacimiento, disfrutas de tantas oportunidades que por mucho que las desperdicies te seguirán acosando.
Respiras inmundicia y permaneces pétreo, ataráxico, alienado por una razón que escapa del raciocinio lógico. Así te lo montas, eres ilógico y te escandalizas de los escándalos que te inmiscuyen en la realidad, convirtiéndote en la prueba fehaciente de que existen las paradojas. No tienes vergüenza ni quieres tenerla, para qué, pesa demasiado y no folla como nos gusta.
Eres capaz de comer de gala y de picnic, gambas con tenedor y sándwich de salchichas grasientas. Te adaptas, te moldeas, nos robas las aficiones con la carta blanca que te otorga tu glotona sapiencia y exhibes las tuyas. Así desnudo llamarás más la atención que abrigado por un caparazón, eso déjaselo a otros que rebuznen o cacareen.
Sé que seguirás llamando a mi timbre sin quitarte el bombín reluciente. Sé que seguirás reptando nuestro suelo que tan afanosamente embaldosas, cemento fresco, cuidado. Y también sé que tu inmadurez resulta tan supina y tan verde que electrocuta y hace la fotosíntesis. Pero mejor ser tú que cuatrocientos cigotos que se cagan en la teoría de Darwin.
Al más maduro de los inmaduros.
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