El austriaco Francis Lawrence llega a las pantallas por Navidad y nos trae Soy Leyenda, un regalo de gran categoría y que nada tiene que ver con sus anteriores producciones: Constantine y numerosos videoclips de Jennifer Lopez y Britney Spears. Sí, no miento. Así que si uno es de los que estudia el currículum del director antes de ver una película mejor no prestar demasiada atención esta vez o se perderá un buen film, atractivo y ameno, dedicado a aquellos seguidores de ese género híbrido que fusiona terror y ciencia ficción.
Se ha comprobado que generalmente las películas con un escaso reparto de actores están algo subestimadas, quizás porque los espectadores asocian la idea de un gran plantel a un guión completo y muy elaborado. Sin embargo, es precisamente en ellas donde se aprecia su auténtica capacidad para seducir al público y adherirles a la butaca, ya sea por una historia fascinante o un transcurso rápido y con gancho. Es el caso de La Huella, El Resplandor, El Pez Gordo, Señales y otras muchas perlas, aunque en nuestro último caso, Soy Leyenda cumple al pie de la letra esta premisa.
La introducción del metraje es desolador. Will Smith, con el tono de voz cambiado para no darle ese toque cómico innato, encarna al teniente coronel Robert Neville, uno de los últimos supervivientes del planeta tras la propagación del virus Kipprin. Él y su perra Samantha viven en una Nueva York destrozada y desértica, con la única compañía de la fauna salvaje y unos mutantes nada cariñosos con la sangre fresca. Gracias a Dios la película va al grano y se centra en el día a día de Neville y Samantha sin profundizar en el origen del virus, haciendo que solamente se conozcan las causas del apocalipsis en pequeñas y repartidas dosis.
Este aspecto marca de principio a fin el desarrollo de la trama, concentrando todo su guión en el transcurso de 3 o 4 días que marcarán el resurgimiento o el fin de la raza humana. La puesta en escena de Will Smith es bastante aceptable, en contraposición de lo que en un principio creía. Su talento cinematográfico es evidente y sus éxitos indiscutibles, pero seguramente no es el más adecuado para desempeñar el papel de Neville, un hombre que coquetea con la locura y la paranoia en sus diálogos con los maniquíes y su mascota y que en la interpretación de Smith da la impresión de estar simplemente aburrido.
Iluminación, la adecuada. La mayor parte del tiempo transcurre de día y en plena calle, ya que las zonas oscuras están habitadas por aquellos seres mutantes devoradores de carne. Pero, claro está, en el desenlace se resolverá la lucha de Neville contra las criaturas durante la noche y se incluirá algún detalle que no terminará de convencer, como la increíble dureza de las puertas de cristal de su laboratorio doméstico. Con todo ello la película no es en absoluto lenta ni repetitiva, sino que va alimentando su continuidad con momentos de suspense, tensión y drama, otorgándola de una gran versatilidad.
Gran adaptación de la novela I Am Legend, escrita por Richard Matheson en 1954. Esta versión supone la tercera adaptación cinematográfica tras El último hombre sobre la Tierra (1964) y El último hombre vivo (1971), ambas con discreto éxito. La que ahora nos atañe, a pesar de contar con un presupuesto enorme y una fotografía grandiosa, tampoco llegará a convertirse en un mito del cine de ciencia ficción, pero sí será una película que tendrá una notable acogida en la taquilla por dar ese morbillo de ser tan catastrofista.