Cuando se cumplen las expectativas que un cinéfilo tenía depositadas sobre una película, en el mismo momento en el que llegan los créditos y queda extasiado le da igual el resto del universo. En su cabeza relampaguean constantemente imágenes del film, sus escenas cumbre, sus diálogos más simbólicos. Si a este bombardeo de fotogramas mentales le inyectamos una dosis desproporcionada de terror y angustia obtenemos la noche después de ver [REC], ese producto que conmocionó a la audiencia en el Festival de Sitges e hizo apartar la mirada de la pantalla a más de uno.
Si en sus diez primeros minutos [REC] da la sensación de que vaya a convertirse en una hora y media de tedio, durante el resto de la película borra de un plumazo las caras de decepción de aquellos que ya se arrepentían de haberse dejado un puñado de euros en semejante bodrio. “Joder, acabo de desperdiciar 7 cañas”, pensarían muchos. Pero lo que no tenían en cuenta era una ley natural que reza que no se debe subestimar aquello que uno desconoce, o acabará por venirle demasiado grande. Así se sucedió la película, con un tono ascendente que desemboca en veinte minutos finales de auténtico pavor.
Pero vayamos por partes. Ángela, periodista de un canal de televisión local, y su compañero Pablo como cámara se encuentran realizando un reportaje sobre el cuerpo de bomberos de Barcelona. La noche transcurre tranquila y aburrida hasta que una llamada les lleva a un edificio en el corazón de la ciudad, donde descubren las quejas de una comunidad de vecinos por los chillidos de una anciana en el segundo piso… y comienza el minuto 11. Y con él llega la oscuridad, los giros de cámara asfixiantes, los gritos, los mordiscos y los respingos. Los pitillos que se estaban fumando los quinquis de la última fila se apagan con un gemido ahogado. “Que no me vea la novia”, pensarían ahora. Pero ya era tarde, se habían sentado y respiraban, se habían convertido en un espectador más, susceptible de no dormir esa noche por la conmoción.
Porque si algo hay que destacar de [REC] es, sin duda, el agobio y la claustrofobia que transmite. Los personajes son enormemente creíbles y cualquiera estaría familiarizado con ellos: Un argentino excéntrico, una pareja de abueletes con ligera chochera, una familia china que no sabe prácticamente nada del castellano… En fin, la historia podría desarrollarse en nuestro bloque de al lado. Además, el edificio ya de por sí es tétrico, antiguo y que invita a no alquilar jamás una habitación en él. Todos los factores se orquestan fabulosamente, incluso tendrán el poder de sugestionarnos hasta tal punto que nos convertiremos en propios actores, mordiendo a nuestro vecino de butaca en medio de un aullido o clavándole las uñas hasta el cúbito.
Los efectos de luz, a diferencia de Holocausto Caníbal y El proyecto de la Bruja de Blair (precursores del cine de terror en perspectiva de primera persona), son sublimes y siempre en su justa medida. Los planos no son ni descaradamente oscuros como para dejar implícita la tensión del momento ni excesivamente iluminados para no mostrar los posibles deslices en el maquillaje. Los sobresaltos serán una constante y en ningún momento sabremos cuándo daremos el bote de manera exacta, lo que le da un toque permanente de emoción o de intranquilidad, según se vea.
En definitiva, [REC] se ha consagrado como la mejor película de terror española de todos los tiempos y poco, muy poco, le falta para alcanzar el oro a escala mundial. Parecerá una exageración, pero todo es cuestión de gustos e impresiones. Su soplo de aire fresco al género, que bien lo necesitaba, y la perfecta interpretación de su plantilla de actores lo dota de unos rasgos soberbios. Tanto es así que su guión se ha convertido en carne de cañón en el mercado cinematográfico. Hollywood ya ha comprado sus derechos para hacer un remake (cuyo nombre será Quarantined) y los asiáticos apostaría el tabaco de un mes a que se lo están pensando. Olé, olé y olé.
Si en sus diez primeros minutos [REC] da la sensación de que vaya a convertirse en una hora y media de tedio, durante el resto de la película borra de un plumazo las caras de decepción de aquellos que ya se arrepentían de haberse dejado un puñado de euros en semejante bodrio. “Joder, acabo de desperdiciar 7 cañas”, pensarían muchos. Pero lo que no tenían en cuenta era una ley natural que reza que no se debe subestimar aquello que uno desconoce, o acabará por venirle demasiado grande. Así se sucedió la película, con un tono ascendente que desemboca en veinte minutos finales de auténtico pavor.
Pero vayamos por partes. Ángela, periodista de un canal de televisión local, y su compañero Pablo como cámara se encuentran realizando un reportaje sobre el cuerpo de bomberos de Barcelona. La noche transcurre tranquila y aburrida hasta que una llamada les lleva a un edificio en el corazón de la ciudad, donde descubren las quejas de una comunidad de vecinos por los chillidos de una anciana en el segundo piso… y comienza el minuto 11. Y con él llega la oscuridad, los giros de cámara asfixiantes, los gritos, los mordiscos y los respingos. Los pitillos que se estaban fumando los quinquis de la última fila se apagan con un gemido ahogado. “Que no me vea la novia”, pensarían ahora. Pero ya era tarde, se habían sentado y respiraban, se habían convertido en un espectador más, susceptible de no dormir esa noche por la conmoción.
Porque si algo hay que destacar de [REC] es, sin duda, el agobio y la claustrofobia que transmite. Los personajes son enormemente creíbles y cualquiera estaría familiarizado con ellos: Un argentino excéntrico, una pareja de abueletes con ligera chochera, una familia china que no sabe prácticamente nada del castellano… En fin, la historia podría desarrollarse en nuestro bloque de al lado. Además, el edificio ya de por sí es tétrico, antiguo y que invita a no alquilar jamás una habitación en él. Todos los factores se orquestan fabulosamente, incluso tendrán el poder de sugestionarnos hasta tal punto que nos convertiremos en propios actores, mordiendo a nuestro vecino de butaca en medio de un aullido o clavándole las uñas hasta el cúbito.
Los efectos de luz, a diferencia de Holocausto Caníbal y El proyecto de la Bruja de Blair (precursores del cine de terror en perspectiva de primera persona), son sublimes y siempre en su justa medida. Los planos no son ni descaradamente oscuros como para dejar implícita la tensión del momento ni excesivamente iluminados para no mostrar los posibles deslices en el maquillaje. Los sobresaltos serán una constante y en ningún momento sabremos cuándo daremos el bote de manera exacta, lo que le da un toque permanente de emoción o de intranquilidad, según se vea.
En definitiva, [REC] se ha consagrado como la mejor película de terror española de todos los tiempos y poco, muy poco, le falta para alcanzar el oro a escala mundial. Parecerá una exageración, pero todo es cuestión de gustos e impresiones. Su soplo de aire fresco al género, que bien lo necesitaba, y la perfecta interpretación de su plantilla de actores lo dota de unos rasgos soberbios. Tanto es así que su guión se ha convertido en carne de cañón en el mercado cinematográfico. Hollywood ya ha comprado sus derechos para hacer un remake (cuyo nombre será Quarantined) y los asiáticos apostaría el tabaco de un mes a que se lo están pensando. Olé, olé y olé.